Atolladeros políticos
Dra. Francis Espinoza F. Académica UCN
El general del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, George Smith Patton Jr., solía decir que "si todo el mundo piensa igual es que alguien no está pensando". Por su parte, el periodista y comentarista político Walter Lippmann argumentaba que "donde todos piensan igual nadie piensa mucho". Es lo que se parece observar en el país cuando se comienzan a analizar temas que incomodan a ciertos sectores políticos y de poder económico, o cuando las temáticas valóricas copan la agenda pública. Esto nos retrotrae a los períodos de la dictadura y a los primeros gobiernos democráticos, donde las versiones únicas de los hechos oscilaron entre mentiras, verdades a medias y realidades ocultas como parte de los enclaves dictatoriales y de transición.
Este fenómeno también se aprecia en los lugares de trabajo, algo que un colega de mi universidad llama diplomáticamente 'el ejercicio del poder de los cuerpos colegiados' (Dr. Francisco Remonsellez), refiriéndose a la hegemonía discursiva que aplican ciertos equipos de trabajo para seguir rutinas impuestas por unos/as pocos/as, a quienes sólo les interesa mantener el status quo para su propio beneficio. El Dr. en Historia de la Universidad Nacional de Quilmes, Javier Balsa (2019), plantea que el discurso funciona como un esquema de dominación de las sociedades actuales, ésta es una dominación política de las mayorías populares en contextos democráticos. Sin embargo, en las democracias contemporáneas ocurre todo lo contrario, se da libertad de pensamiento y de expresión a la ciudadanía, y prueba de esto han sido las innumerables protestas en Europa por el excesivo tiempo de medidas restrictivas en contra de la pandemia del Covid-19. Esto último podría ser cuestionable, pero lo cierto es que la gente puede expresar libremente su opinión sobre temas-país.
Hace un rato ya que la Convención Constituyente viene pisando 'callos' con sus declaraciones y la discusión de algunos proyectos de ley que están poniendo nerviosos a los grupos de poder. Por ejemplo, la propuesta de anular las concesiones emplazadas en territorios indígenas impacta directa el modelo económico neo-liberal extractivista, pues ha ocasionado "el rechazo de los gremios empresariales de la minería y las forestales" (Diario Financiero, 25/01/2022). Respecto a la nacionalización de firmas mineras, el presidente de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), Diego Hernández describió el proyecto como una "barbaridad…, con claros y evidentes errores jurídicos" (Pauta, 01/02/2022). La misma situación se está produciendo en el análisis de la iniciativa sobre la temporalidad en los cargos de jueces y juezas.
En todos los casos se estaría produciendo, lo que Ernesto Laclau (1998) llama la 'duplicidad de la figura retórica'. Bajo el doble discurso de sólo nacionalizar las empresas y no los recursos naturales, Hernández defiende la ley orgánica constitucional de concesiones mineras y, con eso, a las empresas mineras que han sostenido su vida profesional. A través del concepto de 'independencia judicial' (Diario Constitucional.cl, 25/01/2022), se quiere dejar sin efecto la necesidad de hacer accountability del poder judicial, y que los cargos no sean dinásticos per saecula saeculorum. También en democracias sanas, todos los poderes del Estado están sujetos a movilidad y escrutinio público. No habrían inamovibles ni intocables, si los/as profesores/as son evaluados, ¿por qué no habrían de serlo también los/as jueces/zas? La modernidad trajo la necesidad de lo que Carlos Peña llama 'confianza objetiva' (El Mercurio, 29/04/2018), es decir, que las instituciones deben funcionar más allá de las personas y sus intereses, que suelen ser individualistas y tacaños.
Si bien de acuerdo a Laclau (Los fundamentos retóricos de la sociedad, 2014), la sociedad es una producción discursiva en sí, pero las construcciones del país no pueden basarse en el pensamiento de una minoría que constituye los poderes fácticos y las elites político-económicas que nos gobiernan. El recambio generacional implica también dejar atrás, por fin, los enclaves que nos han mantenido atados/as a un gobierno militar y a 30 años de una social democracia mezquina. Se deben superar los esquematismos y atolladeros (Martín Retamozo, 2014), y dar paso al nacimiento de pensamientos divergentes que nos permitan realmente convertirnos en una democracia sana, contemporánea e inclusiva. No hay que tener miedo a ser impopular, hay que temer a los significantes vacíos que ocultan prácticas del 'cómo voy yo ahí'.
"Hace un rato ya que la Convención Constituyente viene pisando 'callos' con sus declaraciones y la discusión de algunos proyectos de ley que están poniendo nerviosos a los grupos de poder".