Amarillismo político
Dra. Francis Espinoza F. Académica UCN
Estas semanas han estado cargadas de 'expresiones amarillistas', a raíz del movimiento "Amarillos por Chile" liderado por el escritor Cristián Warnken y seguido por más de 70 personalidades del país entre premios nacionales, economistas, ex personeros/as de la Concertación. En respuesta a esto, un grupo de intelectuales encabezados por Felipe Berríos s.j. hace un llamado a una futura carta magna de amplios acuerdos para no polarizar el país como siempre ocurre en cuestiones de importancia política (Carta Abierta a la Convención Constitucional). Por su parte, el Presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), Juan Sutil, muestra su preocupación por el destino de las decisiones que se están tomando en el proceso constituyente (EMOL, 23/02/2022). Pareciera que estamos asistiendo al espectáculo sobre la 'Guerra de los/as Amarillos/as' en cada uno de las iniciativas que se están discutiendo en la Convención.
Curiosamente el término 'amarillo' en periodismo simboliza todo lo contrario, la prensa amarillista corresponde a aquellas informaciones sensacionalistas y sin evidencias que prueben la existencia de noticias y la generación de post-verdades a su paso. Si buscamos en internet, tampoco encontramos un término que defina este 'amarillismo político', que generalmente era asociado a la Democracia Cristiana (DC). Si se observa en la prensa internacional, sólo hay breves menciones sobre las estrategias comunicacionales populistas de los partidos políticos (El Periódico.com, 20/12/2017). Sin embargo, nada asociado a la idea de Warnken de un 'estallido institucional' o "la deconstrucción de Chile, ni su desmembramiento, ni su refundación desde cero" (Pauta, 17/02/2022). Recordemos que el constituyente Agustín Squella también había planteado el argumento de que no hemos vuelto a 1810 para fundar o refundar la patria (Pauta, 30/01/2022).
Estoy en completo desacuerdo con Cristian Warnken de que las emociones no importan en política, son la base fundamental para la toma de decisiones, nos guste esto o no. A esta emocionalidad, el profesor estadounidense de la Universidad Emory, Drew Wester, le llama 'el cerebro político' (Political Brain: The Role of Emotion in Deciding the Fate of the Nation, 2008). De acuerdo a sus investigaciones, la mente emocional prima sobre la racional al momento de decidir en cuestiones políticas. En este caso, mi cuestionamiento es ¿qué tan racional sería un movimiento amarillista si las cartas firmadas y mencionadas dejan entrever un sentimentalismo por el pasado? De hecho, una de las emociones que más caracteriza a los fenómenos políticos es la nostalgia. Ésta se ve expresada de manera explícita en las campañas, pero también de manera implícita en los discursos. Todo nos recuerda un pasado de un país soñado e imaginado, "la 'nostalgia' falsea el pasado inevitablemente, porque lo ve a través de un prisma sentimental amable. Lo adorna y embellece" ("La Nostalgia Política", El Mundo, 03/01/2021). Ese pasado es añorado por una parte de la ciudadanía y motiva a pensar que todo tiempo pretérito fue mejor y que deberíamos volver a esas épocas, incluyendo a quienes no vivieron esos períodos. El/la joven también tendría una añoranza heredada.
Me parece más honesto plantear la necesidad de adentrarnos en períodos de transición para hacer cambios progresivos en nuestra mentalidad y cultura que impacten los procesos políticos. Para eso, se necesita mucha educación y la gobernanza inteligente de los disensos. Sin duda, Chile necesita cambios profundos, lo conciliador (y no amarillo) es pensar que estas transformaciones deben fluir, pero que también serán aceleradas tarde o temprano por fenómenos globales como los procesos post-pandemia. Creo que tras un manto de amarillismo se esconde lo que Ernesto Laclau (1998) llama la 'duplicidad de la figura retórica', es decir, se ocultan los miedos a los cambios, a lo diferente, a la pérdida de poder por las elites políticas y al exceso de control que nos dejó la dictadura. Lejos de plantear una postura dialogante, se enmascara una tiranía histérica del discurso de quienes han tenido voz por siempre en los medios de comunicación (Teun van Dijk, 2008)
No todos/as somos amarillos/as, supongo que habrían colores predilectos según los gustos. La gran mayoría queremos transformaciones significativas, pero entendemos que deben hacerse paulatinamente, pero NO en la modalidad de no pisar 'callos poderosos', sino en la confluencia de la aceptación del/la otro/a como legítimo otro/a en la convivencia diaria (Humberto Maturana, 1994).
"Me parece más honesto plantear la necesidad de adentrarnos en períodos de transición para hacer cambios progresivos en nuestra mentalidad y cultura que impacten los procesos políticos. Para eso, se necesita mucha educación y la gobernanza inteligente de los disensos".