Gestos de cambio y continuidad
Tanto en la ceremonia como en su discurso, el Presidente Gabriel Boric apeló a la necesidad de recuperar la sensación de unidad nacional. El inicio de un nuevo ciclo de gobierno es una oportunidad para reconstruir puentes, dejar atrás la polarización y reconfigurar la manera como se relacionan las autoridades.
La ceremonia de cambio de mando que se llevó a cabo el viernes, en Valparaíso, incluyó muchos símbolos republicanos que satisfacen el anhelo de tradición, continuidad y estabilidad del cual no puede desprenderse ninguna democracia que aspire a ser perdurable. La foto de rigor con los nuevos ministros, el trayecto en auto hasta el Congreso, la lectura del decreto que oficializa al nuevo Mandatario, la postura de la banda presidencial, de la piocha de O'Higgins y el discurso desde el balcón de La Moneda son instantáneas que con frecuencia emocionan, porque permiten a la ciudadanía sentirse parte de esa comunidad que, apretujada entre cordillera y mar, busca mirar el futuro con la esperanza de que su vida será mejor.
Y sin embargo, tan importantes como esos gestos de siempre son los signos de renovación que en forma y fondo debe entregar el nuevo Gobierno, para dejar atrás los sinsabores del duro periodo que termina e iniciar un ciclo de cuatro años con bríos y entusiasmo. Por su edad y trayectoria personal, el Presidente Gabriel Boric Font es un ejemplo de estas señas, la prueba latente del recambio generacional que se instala en La Moneda y, por extensión, el parámetro con el cual serán juzgadas las autoridades del periodo 2022-2026.
Las palabras del discurso que dio en La Moneda, el primero como Presidente de Chile, se reconocen como el compromiso inicial de intenciones, el conjunto de temas e ideas sobre las cuales Boric aplicará su voluntad, antes que las circunstancias -políticas, económicas, naturales, nacionales o internacionales- le obliguen a torcer su rumbo original, como le ha ocurrido a todos sus predecesores en el cargo, forzado por nuevas prioridades y exigencias.
Antes que ello ocurra, recordemos el mensaje de compromiso que hizo con las regiones, las señales que hizo a la oposición sobre el derecho a disentir con críticas constructivas, el llamado a la unidad con la frase de "seré Presidente de todos los chilenos", los nuevos énfasis en política internacional y la hoja de ruta en los temas que dejó pendientes el gobierno anterior: inmigración, conflicto en la Araucanía y las heridas del estallido social.
El inicio de un nuevo ciclo de gobierno siempre es una oportunidad para reconstruir puentes, dejar atrás el largo periodo de intensa polarización, particularmente en las élites políticas, y reconfigurar la forma como se relacionan las autoridades, que muchas veces están demasiado concentradas en las rivalidades internas o las competencias electorales y no prestan atención a los reclamos de la ciudadanía.