Los niños preguntan y María Teresa Ruiz responde
La astrónoma chilena acaba de lanzar la adaptación infantil de su afamado título "Hijos de las estrellas", esta vez ilustrado y con una mirada hacia su propia infancia.
Licenciada en Astronomía por la Universidad de Chile y doctora en Astrofísica por la Universidad de Princeton, María Teresa Ruiz expone una hermosa y tangible verdad: que todo lo que existe y que nosotros mismos estamos hechos del mismo material que las estrellas. Esta vez entrega su conocimiento en un lenguaje simple, aunque se trata sobre el misterioso universo y las grandes preguntas que surgen cuando miramos el cielo.
Hasta de cien años
Con la colorida compañía de las ilustraciones de Valentina Silva (chilena galardonada con el premio Amster Coré) se pasan las hojas de este recorrido hecho para curiosos de todas las edades como explica la Premio Nacional de Ciencias Exactas: "Este libro surgió a raíz de las preguntas que me hacen los niños respecto del universo, a las estrellas. Siempre quieren saber cómo son las estrellas, por qué brillan y cómo mueren. El Big Bang también es algo que les llama mucho la atención. Yo me di cuenta que de la mano de esas preguntas se puede hacer un recorrido por el universo similar al que hice en el libro "Hijos de las Estrellas" en 2017. Esta vez simplifiqué un poco las respuestas, son un poco más cortas, están al alcance de niños de cualquier edad, en realidad de niños de hasta de cien años".
-¿Cómo era usted de niña?
-Era muy curiosa, era la mayor de cuatro hermanos y vivía en una casa con muchos adultos porque era la casa de mis abuelos. Tenía dos tíos que todavía vivían en la casa de ellos, así que estaba rodeada de adultos. Parece que era muy preguntona porque siempre se reían de mí: siempre estaba preguntando los por qués de las cosas. Me preocupaban los asuntos que tenía a mi alcance, por ejemplo las hormigas. Me preguntaba por qué andaban en fila y cómo hacían para llevar cosas tremendas en las espaldas. Quería saber dónde vivían, me fascinaban los hormigueros.
-¿Y con que siguió?
-Me daba mucha curiosidad ver a mi abuela cuando tomaba lanas y empezaba a construir algo, con los movimientos adecuados de las manos, iba transformando los hilos en cosas preciosas, unos chales de guagua que parecían esponjas. Me daba curiosidad cómo un movimiento podía transformar tanto una estructura lineal Y se podía transformar en algo tridimensional y hermoso. Después empecé a desarmar relojes para ver cómo funcionaban, hartos despertadores que después nunca los logré armar de vuelta como correspondía, así que en mi casa nunca funcionaban los relojes y yo me hacía la lesa cuando me preguntaban.
-¿Y le respondían sus preguntas?
-No siempre me respondían las preguntas pero, siempre de todas maneras, la inspiración más grande fue mi abuela y mi padre. En eso eran cómplices y me estimulaban el poder de la observación. Por ejemplo, me escondían cosas nuevas dentro de los objetos que yo conocía en mi dormitorio, en mi velador, en algún estante donde tenía juguetes. De repente había un juguete que yo no conocía y casi me parecía que era magia cuando lo encontraba. Había que mirar muy bien por todos lados, por arriba, por abajo, porque de repente uno podría encontrar algo inusitado, algo que no estaba ahí, algo nuevo. Eso me dio también una perspectiva de que el mundo era mágico.
Ciencia en pandemia
María Teresa Ruiz cuenta que la vida académica y la comunidad científica de la que forma parte se vieron limitadas, como toda la humanidad, a las
reuniones por Zoom.
"Pero fíjate que en muchos sentidos no fue tan grave porque a veces me costaba menos encontrar a un colega por Zoom, en que uno le manda un mensaje y se encuentra a cierta hora, que cuando uno está en la oficina".
-¿Y la investigación cómo avanzó?
-Fue un poco más complicado porque muchos de los observatorios dejaron de operar, de tal manera que era difícil plantearse un proyecto nuevo. Pero esa es la gracia de la astronomía, que hay archivos con todos los datos y pasado cierto tiempo son de libre uso. De todas maneras ya empezaron a funcionar todos los observatorios, tienen a su personal trabajando presencialmente y sacando nuevos datos, así que creo que vamos por buen camino en la ciencia.
-¿Cómo ha estado la interacción con los profesores de ciencia en los colegios?
-Antes íbamos a hacer conferencias y charlas en colegios y teníamos la oportunidad de encontrarnos con muchos profesores y alumnos, por ejemplo con el programa Explora de Conycit. En pandemia hicimos algunas charlas por Zoom: para el norte, en Vicuña, en el Maule, en la Araucanía costa pero es innegable que es mucho mejor hacerlo en persona. Mientras todo eso se está normalizando, creo que estos libros de divulgación -como el mío- sirven harto para los profesores y para los padres también porque se llega más fácil a los niños. Están escritos en forma simple pero correcta, en el sentido de la sencillez, pero sin sacrificar la exactitud científica de lo que allí se dice, eso creo yo que es muy importante.
-¿Qué aconseja que haya en las salas de clases a la hora de enseñar ciencia?
-Creo que lo más importante para los niños, para que se enganchen con la ciencia, es emocionarlos con algo, ya sea con un experimento, una historia. Con la astronomía se puede hablar de algún fenómeno o descubrimiento interesante. Los niños deben darse cuenta que necesitan física, que necesitan matemática e incluso química para poder aprender más, para avanzar en entender lo que pasa.
-¿Cuál fue su experiencia como alumna?
-Cuando estudiaba la licenciatura en la Universidad de Chile me acuerdo que la mecánica cuántica que me enseñaban la encontraba que era casi un juego intelectual, no me quedaba claro para qué servía, y obviamente era muy difícil. Después, cuando llegué a Princetown a hacer mi doctorado, lo primero que me encuentro es que todo eso que me había parecido como inútil era básico para estudiar lo que pasa en las atmósferas estelares y un montón de cosas de astronomía que yo nunca las había ligado a la mecánica cuántica. Así que eso pasa a veces, y cuando me di cuenta y lo volví a ver allí, lo encontré maravilloso, entretenido y me sirvió mucho lo que me habían enseñado acá en Chile.
la astrónoma María Teresa Ruiz ganó el Premio Nacional de Ciencias Exactas en 1997 y el Premio L'Oréal-UNESCO a Mujeres en Ciencia el año 2017.
"Hijos de las estrellas para curiosos"
María Teresa Ruiz
Alfaguara Infantil Juvenil
96 páginas
$13.000
Por Amelia Carvallo
"Desarmé relojes para ver cómo funcionaban, hartos despertadores que nunca los logré armar de vuelta como correspondía".