"La literatura tiene que volver a hacer las preguntas fundamentales"
ENTREVISTA. El escritor chileno Benjamín Labatut aborda desde su escepticismo la triada literatura, religión y ciencia.
Efe
El escritor chileno de origen holandés Benjamín Labatut, autor de "Un verdor terrible", obra en la que aborda la influencia de la ciencia en el mundo, considera que "la literatura tiene que volver a hacer las preguntas fundamentales".
Labatut, uno de los invitados internacionales de renombre en el reciente Salón del Libro de Turín, que abrió ayer, señala a Efe que "Un verdor terrible" (Anagrama) nació de su "interés por los abismos, las cosas que no podemos explicar ni entender".
A su juicio, "la literatura es un arte oscuro" y en este caso utiliza la ciencia como pretexto para "hablar de aquello que se escapa de la ciencia, todo aquello que el ser humano puede ver, pero no puede comprender".
Por las páginas del libro desfilan descubrimientos reales que forman una larga cadena perturbadora, como el primer pigmento sintético moderno, el azul de Prusia, creado en el siglo XVIII por un alquimista que buscaba el Elixir de la Vida.
Ese pigmento se convierte en el origen del cianuro de hidrógeno, gas que el químico judío alemán Fritz Haber, padre de la guerra química, empleó para elaborar el pesticida Zyklon, sin saber que los nazis acabarían utilizándolo para exterminar a miembros de su propia familia.
Una carta enviada a Albert Einstein por un amigo moribundo desde las trincheras de la Primera Guerra Mundial, con la solución de las ecuaciones de la relatividad y el primer augurio de los agujeros negros es otro de los ejemplos inspiradores para Labatut.
Literatura y ciencia
"En la ciencia hay muchas ideas, pero lo fundamental es que el descubrimiento se convierta en una experiencia que transforma", apunta el autor, quien percibe que "la literatura siempre ha estado fascinada por la ciencia".
Edgar Allan Poe escribió "Eureka" en uno de sus delirios alcohólicos, un libro que sus editores rechazaron por considerarlo "la obra de un loco", pero en el que inspiró a la ciencia sobre los agujeros negros. Es la demostración palpable de que, "mientras el ámbito de interés de la ciencia es la verdad, la literatura se centra en el delirio, en la paradoja".
Labatut está de acuerdo en la separación entre ciencia y humanidades en la universidad, pues "cuando el saber humano estaba unido era un momento infantil en el que cada arte, cada disciplina daba un pedacito de sentido a la vida".
Sin embargo, en la realidad, "la contaminación cruzada entre arte, religión, literatura y ciencia sigue ocurriendo".
La red de narraciones interconectadas que construye el autor chileno tiene que ver con su admiración por el escritor alemán W.G. Sebald: "Transcribir la realidad, que tiene puntos y aparte, algo que permite ver cómo están conectadas las cosas".
"La mirada de la ciencia es muy cruel, porque deja fuera cosas sin las cuales no podemos vivir, pero la literatura también deja fuera cosas que no queremos ver. Más que creer en las cosas, hemos de recuperar pensar en ellas, por esa razón no debemos creer en Dios, sino pensar en Dios", añade.
Literatura actual
Labatut asiste con emoción a lo que vivimos en este inicio del siglo XXI, en el que "se están empezando a desarrollar modos de interactuar con la realidad y de concebirnos a nosotros mismos que están anunciados tanto en la ciencia, a través de la física cuántica, como en la literatura".
No puede evitar una mirada escéptica por la literatura que se hace actualmente: "Escribimos libros que reflejan una forma del mundo que ya no se corresponde con la realidad".
En su opinión, el arte y la literatura tiene una "misión oracular" y esa circunstancia obliga a que "los libros recuperen la función sagrada que hay en obras de Philip K. Dick o Ballard". También se refiere a Julio Verne, que "encarna una época donde el mundo estaba lleno de maravillas, pero hoy la luz de nuestra razón es tan potente -sostiene-, que vemos más la sombra que proyectamos, preparados para el apocalipsis".