"Uno se convierte en un señor que necesita calma"
Cristián Alarcón, cronista chileno-argentino, fundador de la Revista Anfibia, fue invitado a la última versión del Premio Periodismo de Excelencia de la Universidad Alberto Hurtado. En su flamante novela, "El tercer paraíso", escribe sobre jardines interiores y sitios eriazos como reservas genéticas de la tierra.
El filósofo romano Cicerón dijo que todo lo que se necesita para ser feliz es una biblioteca y un jardín. Al jardín, el cronista Cristián Alarcón lo denomina "El tercer paraíso" en su primera novela. Su salto desde la no ficción ganó el Premio Alfaguara porque "abre una puerta a la esperanza de hallar en lo pequeño un refugio frente a las tragedias colectivas", según el jurado.
Cultivar un jardín, tanto físico como metafórico (un jardín interior), puede ser una tabla de salvación ante la pobreza familiar, el descubrimiento de la identidad sexual o una pandemia, plantea el periodista y también autor de "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia".
La novela "El tercer paraíso" es un homenaje, explica el escritor, a "la resistencia y la fortaleza de cuerpos indómitos, que se negaron a obedecer o que a veces obedecieron a la fuerza, pero hicieron lo que pudieron para encontrar dignidad frente al sufrimiento y la tragedia. Esa dignidad no estuvo solo hecha de la capacidad de aguantar, soportar, sino de convertir esos trazos bruscos, esas intervenciones en el tiempo-espacio hechas de bramidos, gritos, insultos, quejidos, en una musicalidad cotidiana que por momentos muta en fiesta y celebración".
-Y en jardines también.
-En una creación que excede en lo material todo lo que uno puede considerar hoy la felicidad occidental y capitalista. Me refiero al placer del tener (al que no me niego porque también soy parte de este mundo y disfruto, cuando puedo, del acceso al consumo), pero me aterra pensar que se trata solo de eso. Entonces -en esa pobreza del Chile de 1940 a 1970- esa construcción del jardín en la propiedad de una familia que nada había tenido, se vuelve una poética de una personalísima y pequeña revolución.
-En tu libro está el pensamiento de que no hay futuro.
-No es mi pensamiento, pero sí algo peor: el conocimiento de, como periodista, que estamos frente a la experiencia final, la destrucción de las formas de vida, empezando por la humana. "El tercer paraíso" es un ejercicio no académico ni científico, sino subjetivo sobre la extinción. Es una propuesta de ensoñación que encierra una trampa, la de una consciencia superior presente en la filosofía contemporánea, en el arte electrónico, sonoro, en algunas literaturas y poéticas, así como algunos activismos: la de la consciencia de la posibilidad de la extinción. No es una consciencia que podemos pedir a las mayorías en tanto no sabemos cómo comunicarla, pero también porque, quizás, es demasiado pedir que vivamos pensando que nos vamos a morir.
Jardín en movimiento
En la prosa de Alarcón, inevitablemente, entra el ejercicio de la no ficción. Como periodista creó la revista "Anfibia", que acaba de cumplir una década en circulación por toda Latinoamérica. En la novela surge la crónica al contar la historia de los naturalistas que cruzaron el continente, como Alexander von Humboldt. También aparece su voz, en la "teoría del tercer paisaje", planteada por el jardinero francés Gilles Clément, quien, ante la crisis climática, señala que "el jardín de hoy es el jardín en movimiento, aquel que se produce con la dinámica incesante de las plantas vagabundas, capaces de colonizar terrenos baldíos, costados de camino, páramos abandonados a su suerte. Allí es donde la biodiversidad resiste".
"Nuestro borde de calle y nuestro baldío son vistos por el ojo crítico de Clément como espacios del futuro, verdaderas reservas genéticas del planeta. Esas plantas nativas atraerán a una diversidad de insectos y pájaros, una fauna local que necesita de un ecosistema para sobrevivir", apunta el autor.
-Sin embargo, en el libro dices que "aún no me deconstruyo para formar mi jardín de plantas nativas", porque te gustan las introducidas como rosas, dalias y lirios.
-No lo logro, no soy bueno. Yo soy bueno deconstruyéndome, profeso la deconstrucción, pero soy un señor de 51 años lleno de contradicciones, y a veces disfruto desdiciéndome. Nunca es necesario estar de acuerdo con todo lo que uno dice, ¿no? Quizás por eso me aburro demasiado pronto de temas y causas, lo cual quizás me lleva a la literatura.
-El reporteo en la ciudad, la no ficción, tiende a ser bulliciosa. ¿Cómo lo haces con el silencio del campo? Hay gente que no puede dormir cuando va.
-No sé si sería capaz de volver a pasar el tiempo que pasé dentro del búnker narco. Allí estuve seis años oyendo el ladrido de los pitbulls, los gritos de la dueña, los insultos de los soldados, el llanto de los niños, la música a todo dar, las cosas que se caían, las puertas que se cerraban y abrían, junto a algo del propio ambiente que nunca deja de retumbar. Al principio me resultaban ensordecedores, pero, como todo, se vuelve cotidiano y natural. En seis años, en algún momento fui parte del sonido. Ahora me pasa, después de la experiencia del silencio pandémico, que hay ambientes en los que no logro quedarme demasiado tiempo, si el sonido no es armónico. Me pasa en las ferias del libro, donde tengo que hacer un enorme esfuerzo para soportar el bullicio de la multitud. Y te lo dice alguien que estuvo en infinidad de multitudes y fiestas. A veces pienso que se trata solamente de la edad y que en definitiva no es más que uno se convierte en un señor o una señora que necesita calma. A veces pienso que es simplemente que la pandemia nos modificó de tal modo la percepción, que yo no volveremos a ser inmunes a la masividad. Si bien volvimos para juntarnos con otros, no volvimos para juntarnos con tantos.
cristián alarcón ha publicado en Clarín, Página 12, Crítica de la Argentina y en las revistas Rolling Stone y Gatopardo. Además, fundó la revista anfibia.
"El tercer paraíso"
Cristián Alarcón
Alfaguara
295 páginas
$15.000
Por Valeria Barahona
"A veces pienso que se trata solamente de la edad y que en definitiva no es más que uno se convierte en un señor que necesita calma".
Alejandra López