Voluntario relata las desgarradoras jornadas de rescate post aluvión
TRAGEDIA. Rodolfo Veneros Perdic, estudiante en ese entonces, rememora en primera persona su experiencia de rescate en aquella fatídica fecha.
"Era una noche de estudio, en la ciudad de Antofagasta cuando comenzó a llover torrencialmente, sin saber que lo que viviría, marcaría para siempre mi vida".
"Apenas nos enteramos a través de la radio que lo que ocurría era una verdadera tragedia en ciertos sectores de Antofagasta, la mayoría de los jóvenes estudiantes universitarios de esa época nos dispusimos a ayudar, con la esperanza de llegar a los lugares donde la radio de la época relataba lo peor. Entonces, cientos de nosotros llegamos a la Universidad y junto a una veintena de muchachos fuimos destinados a limpiar los patios del ferrocarril".
"Llegamos desilusionados, ya que nosotros queríamos ir a las poblaciones, donde estaba toda la noticia. En el patio del ferrocarril el barro tenía cerca de medio metro de alto y casi cubría las ruedas de los vagones de tren. Al empezar a cavar, nos dimos cuenta de que el terreno estaba lleno de escombros de las casas de cerro arriba, enterrados y semi enterrados, también lleno de cuerpos de perros, gatos, gallinas, conejos: todos hinchados por el barro, como que hubieran tragado mucho barro".
"Al poco rato empezaron a aparecer cuerpos de personas: cuando aparecía uno todos se acercaban a mirarlo, pero nadie se atrevía a moverlos, por respeto. Todos quedamos paralizados, llorando, hablando sin sentido, pero nadie actuaba y acá es donde, sin darme cuenta reaccioné de una manera muy controlada y fría tomando la iniciativa y haciéndome cargo de remover, con cuidado y cariño, los cuerpos del barro".
"Comencé a dar instrucciones a las personas que me acompañaban y así, logramos rescatar, ese día, al menos 5 cuerpos de niños de entre 5 a 10 años: los cargaba en mis brazos y los llevaba al lugar donde se iban ordenando para que familiares los reconocieran. Esto les otorgaba consuelo, les hablaban, señalándoles que estuvieran tranquilos, que ya los habían rescatado y que ahora ya podían descansar, que el miedo y la angustia habían desaparecido. Para ahuyentar el espanto, comencé a cantarle canciones de niños, les hablaba como si fuéramos caminando por la calle de la mano, los cargué hasta dejarlos en el lugar destinado".
"En los días posteriores, me correspondió apoyar el rescate de otros cuerpos en la población El Salto y después arriba de la calle Baquedano".
"El quinto día de ayuda, sufrí un stress traumático, que me obligó a irme a Calama. Partí con un gran peso de conciencia de no poder ayudar más. Tenía 21 años y ya en casa de mis padres, tuve una experiencia maravillosa: jamás sabré si fue un sueño, pero, mientras dormía, la segunda noche de vuelta en Calama, el sueño se interrumpió y me encontré "flotando" en un espacio blanco sin paredes, ni techo ni suelo. A lo lejos venía acercándose una persona vestida de blanco fulgurante. Esta persona venía acompañada de todos los niños que había rescatado, y ellos venían todos vestidos de blanco, con su cara lavada y peinados, risueños y rosaditos. Cada uno de ellos empezó a acercarse de a uno a mí, me abrazaba fuertemente y me decía "gracias por haberme rescatado", (nunca olvidaré esa frase) y se alejaron despidiéndose. Todos lo hicieron y cuando se fue el último la persona vestida de blanco que estaba a lo lejos levantó su mano, se despidió y se fue".
"Luego de este "sueño", el trauma y la tristeza fue más fácil de sobrellevar".