Científicos Crean primer catastro mundial de bosques que murieron por calor y sequía
MORTALIDAD FORESTAL. Tomaron en cuenta casos entre los años 1970 y 2018 en casi 700 ubicaciones en todo el planeta, y lograron calcular las condiciones límite que pueden soportar.
¿Cuánto calor y cuánta sequía puede llegar a ser demasiado para un bosque? Un equipo internacional de científicos creó la primera base de datos global de casos de mortalidad forestal inducidos por el clima desde 1970 hasta 2018 y en casi 700 ubicaciones de todo el planeta.
Los científicos coinciden en que limitar el calentamiento de la Tierra va a ser determinante para la supervivencia de muchos árboles, indica el trabajo, que fue publicado en Nature Communications.
Concluyeron además que los bosques y los montes de lugares como la Península Ibérica, por ejemplo, son particularmente vulnerables al cambio global, como atestiguan los cada vez más frecuentes eventos de mortalidad observados en extensos pinares en la meseta castellana, en el Prepirineo.
Ni siquiera el pino canario (Pinus canariensis), gran superviviente a las erupciones volcánicas, como la ocurrida el año pasado en isla La Palma, y que es una de las pocas especies de pino con capacidad de rebrotar, es ajeno a estos condicionantes, observaron los investigadores.
Los espectaculares pinares de la corona forestal que rodean al volcán Teide, en Tenerife, experimentan desde hace unos años un fenómeno de decaimiento generalizado, señaló Rosana López, de la Universidad Politécnica de Madrid, España, y participante del estudio, quien subrayó que para paliar estos efectos, y a falta de medidas contundentes que frenen el calentamiento global, la "gestión forestal adaptativa se presenta como una herramienta fundamental para el futuro de nuestros bosques".
"que los bosques hablen"
El trabajo, que abarca todos los continentes arbolados, compara la información de la muerte de los árboles con los datos climáticos existentes para determinar las condiciones climáticas de calor y sequía que causaron estos episodios documentados de mortalidad.
"Estamos dejando que los bosques de la Tierra hablen", manifestó en la misma publicación William Hammond, ecofisiólogo de la Universidad de Florida, quien dirige el estudio.
Los investigadores recopilaron datos de estudios anteriores que documentan dónde y cuándo murieron los árboles y luego analizaron cuál era el clima cuando se produjo esa mortalidad; tras realizar esa comparación, los científicos observaron el mismo patrón.
"Descubrimos que, a escala global, existe un patrón consistentemente más cálido y seco, lo que llamamos una huella inconfundible (como "huella digital") de sequías más calientes, que puede mostrarnos cuán inusualmente cálido o seco tiene que ser para que los bosques estén en riesgo de muerte", describió Hammond.
Esa "huella inconfundible" que dejan los casos de mortalidad muestra que ocurrieron consistentemente cuando los meses típicamente más cálidos y secos del año se volvían aún más cálidos y secos, y que la mortalidad forestal global está relacionada con extremos climáticos intensificados.
Los científicos, utilizando los datos del modelo climático, estimaron la frecuencia con la que ocurrirán estas condiciones climáticas letales en un escenario de un mayor calentamiento, en comparación con el clima de la era preindustrial, y concluyeron que serán desde 22% más frecuentes si hay un incremento de dos grados, hasta 140% más frecuente si las temperaturas suben cuatro grados.
8.000 árboles en un año
Coautor de este trabajo, el investigador Cuauhtémoc Sáenz-Romero, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en México, expuso cómo los patrones climáticos recientes están afectando un bosque templado mexicano.
Observó que en los últimos años, la temporada seca y cálida de marzo a mayo es aún más seca de lo habitual, pero también más cálida que nunca, y que esa combinación está generando mucho estrés en los árboles antes de la llegada de la temporada de lluvias de junio a octubre.
En 2021, más de 8.000 árboles maduros murieron a causa de los "escarabajos descortezadores" en la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca en el centro de México; el efecto de la corriente del Océano Pacífico de La Niña derivó en condiciones más secas y cálidas, una combinación mortal que favoreció los brotes de plagas, concluyeron los investigadores.