El mal o el drama de la libertad
"El mal es un nombre para aquello que daña y que nuestra conciencia puede realizar a partir de un acto de libertad. No hay mal sin una libertad que la lleve a cabo".
A propósito de la columna "La banalidad del mal" escrita por el Gobernador de Antofagasta Don Ricardo Díaz en este diario, me gustaría incorporar una perspectiva distinta para sumar a su interesante reflexión en la que cita a Hanna Arendt, filósofa judío-alemana que en 1960 reporteo para el The New Yorker el juicio realizado en Jerusalem al Obersturmbannführer de las SS Adolf Eichmann, poco después de ser secuestrado por el Mossad en Buenos Aires y acusado, juzgado y sentenciado a la horca por ser el responsable mayor de las "matanzas administrativas" del III Reich. En lo esencial, hay dos obras de Arendt asociadas a la figura de Eichmann: "La banalidad del mal" y "Eichmann en Jerusalem" que hasta el día de hoy son objeto de cuestionamientos por la comunidad judía.
Dicho lo anterior, me quiero situar -como decía más arriba- en una arista distinta del mismo tema que reflexiona el Gobernador y que él hace una bajada con un asunto vinculado a una exautoridad de la ciudad. Mi punto de vista está relacionado al mal como consecuencia de la libertad, afirmación sostenida por Rüdegir Safranski en "Das?Böse?oder?das?Drama?der?Freiheit", toda vez que el mal es un tema inatrapable con una tesis y menos asociada a una eventual solución al problema. Es por lo anterior, que los llamados a favor de eliminar el mal de la historia humana están destinados al fracaso. El mal es el drama de la libertad tanto para un hombre "terroríficamente normal" como Eichmann como para cualquier sujeto existente y consciente de sus actos.
Uno podría interrogar ¿qué es el mal? El mal no es un concepto y en este sentido es indefinible, ya que se nos escapa al intentar su captura en unas redes conceptuales que son desbordadas por este tema. El mal es un nombre para aquello que daña y que nuestra conciencia puede realizar a partir de un acto de libertad. No hay mal sin una libertad que la lleve a cabo y ésta tiene muchos rostros, como la falta a la verdad de manera intencional. El que miente simula hechos falsos al instalar situaciones inexistentes y hace "que una?nada?se?convierta?en?ser?y a?la?inversa, que?un?ser?se?convierta?en nada". Esta fórmula eidética está presente en distintos dominios de la realidad humana, como en las prácticas políticas si se desea sacar ventajas del adversario o cuando se despliega en los asuntos cotidianos de nuestras vidas; como por ejemplo: con la calumnia que es una profundización de la mentira que se puede instalar y "viralizar" en la "conciencia colectiva".
Patricio Peñailillo
Licenciado en Filosofía