El desconocido comercio en la entrada de la cárcel de Antofagasta
CIUDAD. Desde arriendo de ropa por mil pesos, hasta una amplia oferta de comida rápida, pueden hallarse a las afueras del Centro de Cumplimiento Penitenciario ubicado en el Nudo Uribe.
A las cinco de la madrugada, en medio del desierto, el frío se siente hasta en los huesos. La camanchaca es parte del escenario del sector conocido como Nudo Uribe. El Centro de Cumplimiento de Penitenciario (CCP), de lejos, asemeja a una gran oficina salitrera, pero en pleno funcionamiento. El ajetreo en las puertas del CCP comienza a la hora mencionada, con el arribo de vehículos tipo Van y de aplicaciones como Uber. Las personas bajan, la mayoría de las veces, envueltas en frazadas. La señora Sara Valdenegro abre su negocio pasado la cinco de la madrugada. Se trata de una suerte de kiosco, de latón grueso. Dice que la mesa siempre exhibe la escarcha de hielo como resabio de la madrugada, "porque en invierno y verano, el hielo es igual. Esto es plena pampa; no es como Antofagasta", dice la mujer.
La señora Sara parte el día con la venta de café y luego prepara sándwiches de todo tipo. La rutina la lleva haciendo desde que abrió el CCP, hace nueve años, dice. Su local está justo después de la reja que separa el recinto penitenciario con el desierto. Ella reconoce que está curtida en su trabajo no sólo por el frío, sino que con las personas que salen y entran al recinto penitenciario, donde a veces los ánimos no son los mejores. "Aquí siempre se arman peleas por la fila, pero estamos acostumbrados", aclara.
Los martes es el día "la encomienda", o sea, de llevar mercadería a los reclusos. Es el único día a la semana que se permite la posibilidad. En consecuencia llegan más personas, y aumenta la tensión. No es fácil entrar alimentos o artículos de aseo al CCP. La señora Sara cuenta que la guardia no acepta las bolsas originales, por esto hay que traspasar las cosas a otra bolsa en el momento del control. "Todo hay que vaciarlo. Y eso, demora. Por esta razón las personas llegan muy temprano para el día de la encomienda. La mayoría arriba al CCP en transfer, que cobran $10 mil la ida y la vuelta.
"Las pasan a buscar a la casa tipo cuatro de la madrugada y las llevan de regreso a mediodía. Aquí se pasan los datos de los transportes. Nosotros por ejemplo trabajamos hasta las 14 horas", asevera.
Pollo con papas
Cecilia vive en uno de los campamentos esparcidos por La Chimba. Tres veces a la semana, en promedio, visita a un "familiar" -como le dice- que está "cumpliendo adentro". Esta vez llegó a las 5.15 de la mañana con tres pollos con papas fritas y otros enceres en bolsas de plástico en el marco de "la encomienda".
"Los pollos con papas los compré anoche, lo más tarde posible. Es para él y sus amigos. Adentro todo se comparte. Los niños son solidarios. Lo guardé y se lo traje. Adentro lo calientan. Salvan el día así, porque la comida no es muy buena", dice la mujer mientras conduce un carro de supermercado rumbo a la guardia.
Un gendarme le advierte a Cecilia, que no ocupe el carro de supermercado. Si lo hace nuevamente, la persona que está adentro perderá beneficios. Cecilia se encoge de hombros y se hace la desentendida con el guardia. El gendarme le repite con un tono de voz más enérgico. A medio camino la mujer saca las cosas del carro, y las traslada hasta la guardia. A otra persona le encarga las bolsas. Luego la mujer deja el carro en la entrada del recinto, al costado de la señora Sara. Sara aclara que no se puede cargar cosas en los carros desde la entrada hasta la guardia, pero igual lo hacen. "Antiguamente se podía, pero cambiaron las reglas". Una persona que escucha la conversación, y no quiere identificarse, dice que depende de quién esté de guardia; hay gendarmes más permisivos que otros.
Vestuario
Los carros de supermercado quedan estacionados en los costados de los negocios repartidos a la entrada del CCP. Son cinco locales, todos de latón al estilo kiosco. Se pueden hallar artículos de primera necesidad y alimentos de todo tipo, además de comida rápida, como los sándwich y completos de la señora Sara. Sin embargo, lo que más llama la atención es que también arrienden vestuario para los días de visita. Las visitas pueden hacerse cuatro días a la semana: miércoles, jueves, sábado y domingo.
Una de las reglas es que los visitantes no pueden entrar con ropas negras, ni verde (por el color de los uniformes de gendarmería); ni polerones con gorro o capucha. La mujer, por su parte, "no puede entrar muy provocativa", precisa la señora Sara. "Por esta razón, arrendamos ropa, porque muchos se olvidan o no saben las reglas para la vestimenta. El propósito es que no pierdan la visita. Una polera, por ejemplo, cuesta mil pesos el arriendo, y si la persona no trae dinero, se le pasa nomas", afirma.
La mujer redondea que son alrededor de diez personas las que trabajan permanente en el sector de los kioscos, y otras tantas en el transporte; "un mundo -dice- que no se conoce en la ciudad, porque estamos bastante aislados, al igual que los reclusos".