Gaterías de agosto
El gato de la inspiración anda por los tejados. Está gozando de sus derechos de "Gato de Agosto". ¡Viva ardientemente, durante estas noches, y dígales a las gatas amorosas que la luna no es un almohadón, sino el Buda de los Gatos!
Hablemos de gatos vivos y muertos.
Cuenta José Fernández Bremón una aventura que le permitió conocer el "Diccionario de loa Gatos". Habiéndose perdido su regalón, decidió buscarlo en los tejados vecinos. Maulló, esperando una, respuesta "maullida". Pero, una voz de anciano le habló, criticándole su maullido, por burdo y sin sentido. Entablada la charla, el anciano, un verdadero apasionado del gato, le mostró el precioso documento: verbos y sustantivos. Ningún adjetivo:
"¿Comprende usted la ventaja de un idioma que carece de adjetivos? Pues sus frases no llegan a treinta: "Quiero entrar, quiero salir, tengo hambre, tengo frío"
El anciano se exaltaba, explicando esta parquedad que "nos enseña con su laconismo y omisiones todo lo que escribimos de más y deberíamos callarnos". Consejo ideal para los periodistas desbordados.
Quiso Fernández enterarse de la frase esencial de las especies:
-Quiero mujer. Quiero varón.
Helas aquí, para riqueza de nuestras fuerzas de comunicación:
-Mia-ma-rra-ma-ñi. (Suspiro hondo de gato).
-Mia-ma-rra-ma-ñau. (Suspiro tenue de gata).
El gato chileno, como un N.N. cualquiera de nuestros caminos, muere, por ahí, donde se le acaba el último maullido, convencido que el cielo es su lápida de pobre.
Animal, terriblemente literario, guarda ternuras de Esopo y Charles Baudelaire. En la Literatura Chilena no escasea su presencia. Manuel Magallanes Moure divaga frente a la siesta de los gatos viejos. Cuentos de María Urzúa, Juan Godoy y Juan Valenzuela le colocan el cascabel de un acierto. Pedro Sienna define a Poe, en la "Caverna de los Murciélagos" como un "Desfile de gatos brujos". El poeta Alberto Mauret Caamaño, bajo seudónimo, escribió, en 1930, una serie de "Divagaciones de un Gato", en El Mercurio de Antofagasta". Ahí leemos:
"A nosotros, como a los hombres, los ojos nos traicionan".
Andrés Sabella, El Mercurio de Antofagasta, agosto 1979