La madre y el niño pasaban mucho tiempo juntos. Dormían en la misma cama y se divertían escuchando, en una radio RCA, radioteatros como "Hogar dulce hogar", que incluía entre sus personajes a un hombre afeminado al que llamaban Tereso. El programa tenía tal audiencia que ese nombre, Tereso, acabó transformándose en un adjetivo genérico para llamar a los varones amanerados. Lemebel usaba esa palabra siendo adulto, y sonreía cuando la mencionaba en una lista de formas de mentar a los hombres homosexuales -loca, cola, colizón, mariposón, hueco, fleto- que recitaba como una tabla periódica. Cuando la declamaba daba por hecho que todos conocían la expresión "Tereso" o que les resultaba familiar, aunque nadie la recordara. De hecho, yo jamás la había escuchado, pero a él parecía no importarle. -Tereso, qué lindo ¿no cierto?, decía con la vista perdida en un recuerdo que sólo él disfrutaba. La fecha en que la familia dejó de vivir junto al torrente es imprecisa pero puede deducirse cruzando algunos datos. En la entrevista concedida por Lemebel para el libro "Vidas de izquierda" cuenta que después del Zanjón de la Aguada vivieron en lo que más tarde se conocería como Población San Gregorio. Eso debió ocurrir en 1959, es decir, poco después del accidente con el camión que mencionó Jorge Mardones, porque ese año calza con la edad que él menciona, siete años, y con el proceso de erradicación de pobladores del zanjón iniciado durante el gobierno de Jorge Alessandri: durante 1959, cerca de 1600 familias fueron trasladadas hasta la chacra San Gregorio. En ese momento no era un población edificada, sino solo un terreno vacío, aunque menos peligroso que la ribera del canal. La familia debió permanecer allí, en los terrenos de la chacra, otro año más, hasta que Olga Lemebel, la abuela que trabajaba como operaria de una hilandería y como trabajadora doméstica, consiguió un arriendo en el pasaje Gumercindo Vargas de la población Roosevelt, en el extremo opuesto de la ciudad. La vivienda era pequeña, una construcción de ladrillo de techo muy bajo en un pasaje cercano a la avenida San Pablo. Por primera vez la familia vivía en una casa con baño. A juzgar por los relatos de Lemebel y de su hermano, hasta ese momento el poder de la abuela Olga sobre los destinos familiares era mayor que el del padre. Fue ella quien consiguió el terreno en el Zanjón y ella la que gestionó el traslado a la población Roosevelt. La mudanza definitiva, sin embargo, se logró gracias al padre, que trabajaba como panificador en la penitenciaría. Era, por tanto, funcionario de Gendarmería y formaba parte de la federación de panaderos y molineros que desde 1954 planeaba la construcción de casas para los trabajadores afiliados, porque muchos de ellos malvivían con sus familiar en conventillos y tomas de terreno. Las obras comenzaron en 1957 y la población acabó inaugurándose en enero de 1962. Eran 310 viviendas, entre casas y cinco blocks de departamentos de tres pisos.