Fútbol y Astrología
¿Hasta dónde puede conducirnos la ambición de goles en esta época del reinado del fútbol?
En Barcelona, un equipo no satisfecho ni con la capacidad de su entrenador, ni con la palabra entusiasta empeñada por sus jugadores para conquistar victorias, ha recurrido a la Astrología para verificar cuáles son los "días propicios" de cada jugador y para hacerlos jugar, sólo entonces, en provecho de sus colores.
La Astrología se clasificó como un arte: el de predecir, observando a los astros, cuál será el porvenir que nos espera. Los astrólogos contemplan la riqueza estelar, desde remotas noches perdidas en los siglos.
Ahora, los astrólogos "visten de corto" y se dedican al estudio de cuándo caerán sobre los players de un club de fútbol, esas desgracias deportivas que varias metáforas de estadio aluden, queriendo, con ellas, solucionar los fracasos: "no se dieron las cosas", "los imponderables del fútbol", "una mala tarde".
El astrólogo del Barcelona deberá, pues, prevenir cómo deben darse las cosas, abatir a "los imponderables" negativos y lograr que todas las tardes resulten felices.
(Tarea para perder los ojos, clavándolos en el centro misterioso de las estrellas)
En su ansiedad por disfrutar la vida, sin llagas ni angustias, los hombres han recurrido al "poder oculto" de las cosas. Los números, por ejemplo, traen de los tiempos de los egipcios, una virtud. La Numerología ofrece su conocimiento para que un 3 o un 7, por ejemplo, nos favorezcan y agracien.
Por razones históricas y no mágicas, los martes 13 son funestos, y el 21 proporciona "buena suerte". Para los futbolistas de Barcelona, el problema no se concentra en 11 contra 11, sino en el infinito astral contra 11.
El azar de la pelota de fútbol preocupa a tal punto, que el Cielo ha sido incorporado a una institución para que sea un "hincha" más y ¡más efectivo!
En nuestra ciudad, deberíamos invocar a los "poderes ocultos" del Cobre y del Salitre para que su equipo profesional no, únicamente, contara con 10.000 socios, ¡contara con 10 goles a favor, en cada encuentro…!
Andrés Sabella, El Mercurio de Antofagasta, marzo 1983.