Hernán Rivera Letelier: manifestaciones isabelinas
Aunque ya había leído un par de libros de su autoría, que nos hizo llegar con su característica generosidad una querida amiga marielenina (cuando mi familia y yo aún vivíamos en México), mi primer acercamiento personal con la obra de Hernán Rivera Letelier se dio cuando elegí diversos textos de autores chilenos para el curso de Literatura que impartía a los futuros profesores formados, en esa época (2013), en la Universidad Católica del Norte.
Quizás una de las figuras más ligadas al nombre de este autor sea la Reina Isabel. Sí, la que cantaba rancheras. Personaje pampino que, con distinción casi imperial, se destacaba dentro del entorno y costumbres del tiempo de las salitreras. La evocación de este sobrenombre está ligada también a la mandataria inglesa que, por esos giros dignos de la literatura (y de la vida que a veces la imita), murió justo el día en que Rivera Letelier fue reconocido en su país natal con el Premio Nacional de Literatura. Pero hay, al menos, otro punto de unión entre ambos.
En esa selección de antaño, la pluma de Rivera Letelier tuvo presencia a través de tres relatos de su libro "Donde mueren los valientes", que cumplieron con creces la función de analizar y apreciar su pericia y talento literarios, versus el prejuicio de varios de mis estudiantes respecto a su obra que consideraban (en algunos casos, incluso sin haberla leído) sólo de "prostitutas y salitreras". En uno de ellos, "El excéntrico", un hombre llama por teléfono todos los días, con puntualidad inglesa, al palacio real con la intención de hablar con la Reina. (Los invito a conocer el desarrollo y desenlace del relato directamente en el libro).
Como sobrenombre, como anhelo que se esfuma, como título que se vuelve ineludible referencia, eslabones que ligan a Hernán Rivera y la Reina Isabel que están unidos ahora también en la efeméride por la coincidencia de una fecha, a partir de ese memorable día. Hace ya una semana.
Ericka Castellanos Moreno, filóloga clásica.