Una fábula oscura sobre la vida de Marilyn Monroe
Netflix estrenó el biopic basado en el libro homónimo de Joyce Carol Oates "Blonde".
Algunas preguntas frente a "Rubia", el biopic de Marilyn Monroe que acaba de estrenar Netflix tras su presentación en Venecia: ¿Se puede defender una película por sus méritos formales y pasar por alto la hostilidad que demuestra ante una vida? ¿Son la actitud y la autoría virtudes valorables en tiempos de fórmulas y homogeneidades de manual? ¿Es posible una película biográfica diferente sobre una figura icónica de nuestra cultura popular?
Vamos por parte. "Rubia" es una experiencia cinematográfica de alto nivel. El director Andrew Dominik -quien ha realizado ficciones como "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford" y los documentales "One more time with feeling" y "This much I know to be true", ambos sobre Nick Cave- juega con distintos formatos entre el blanco y negro y el color. Ralentiza y acelera imágenes sin tapujos. Usa el imaginario de Marilyn (atentos a la icónica escena del vestido blanco) como si fuese un kit para armar y desarmar. Se atreve a hundir todo en las brumas de lo onírico. Su estilo es, digamos, más parecido a David Lynch que a cualquier realizador de películas biográficas por encargo.
Ese aire de irrealidad que la película instala desde el primer fotograma tiene una explicación. "Rubia" no pretende recrear la vida de la diva de Hollywood sino que adaptar la novela homónima de la escritora Joyce Carol Oates. Con más espíritu creativo que investigativo, la autora se propuso indagar en los traumas de la rubia más famosa del siglo XX. Imaginó situaciones, se metió en su cabeza para relatar sueños y anhelos, indagó en su infancia con el fin de rastrear las huellas del abandono y la búsqueda constante del padre ausente en cada relación que mantuvo. Ese es el caldo de cultivo para el desarrollo de una película que funciona como una colección de traumas. No sería exagerado afirmar que la actriz Ana de Armas protagoniza un verdadero calvario frente a la cámara. Casi no ríe. Podemos sentir su desgaste. "Rubia" tiene pocos matices. Y es ahí donde se asoma el lado más controversial: la explotación del dolor que Dominik monta con tanta habilidad como crueldad. Algunas críticas han apuntado hacia ahí: una mujer que fue sometida bajo la violencia de muchos hombres vuelve a ser humillada por el cine después de muerta.
¿Es una exageración? Sí. Porque "Rubia" tiene el derecho a iluminar las zonas oscura de su retratada, funcionar como una fábula negra sobre el desamparo, el abandono, la soledad y la frialdad de las luces del espectáculo. El problema es otro: en busca de esa lobreguez, y con la clara intención de desmitificar a la actriz a través de una inmersión cruda en su intimidad, Dominik llega a un extremo que la película no necesita. Hablamos de una explícita escena de sexo forzado con John F. Kennedy, con unos insertos de montaje que la convierten en el peor momento del film. Una oda al mal gusto. ¿Intencionada? Se podría sospechar que sí porque el director busca cruzar los límites. Digamos que cuando deja de ser Lynch para convertirse en Lars von Trier, cae en el abismo de su propia pretensión.
La actriz ana de armas interpretó en "rubia" todas las zonas oscuras y los traumAS de marilyn monroe.
En resumen
"Rubia" tiene una duración de 2 horas y 46 minutos.
Por Andrés Nazarala
fotograma