En resumen
Christopher Storer -el creador de "El Oso"- está también detrás de series como "Little voice" y "Dickinson".
Christopher Storer -el creador de "El Oso"- está también detrás de series como "Little voice" y "Dickinson".
La gastronomía ha incentivado una cantidad inagotable de programas de televisión, documentales de divulgación y películas que, por lo general, buscan retratar el lado amable y luminoso del oficio. Curiosamente, por estos días coinciden en Chile dos producciones que abordan lo culinario con una mayor dosis de inquietud y oscuridad. Una está en los cines; la otra en el streaming.
La primera es "Chef" (su título original es mucho mejor: "Boiling Point"), una ingeniosa película británica que lleva las tensiones de la alta gastronomía al extremo. El director Philip Barantini logra transmitir inquietud a través del plano secuencia; es decir, el registro en tiempo real y sin cortes de lo que sucede en la cocina de un restaurant londinense de cinco estrellas que está a cargo de Andy (Stephen Graham), chef estrella que pasa por una fuerte crisis existencial. Para peor, el local está lleno y los problemas se suceden como en una pesadilla: líos en la cocina, un cliente racista, un grupo de influencers que dificultan el servicio, una exigente crítica gastronómica que podría hundir el restaurant. "Chef" tiene la habilidad de profundizar en las heridas interiores de su protagonista sin descuidar el despliegue impredecible de problemas y acontecimientos.
Lo que "Chef" resuelve en una hora y media (es decir, las tribulaciones de un cocinero), la miniserie "El Oso" -disponible en Star+- lo hace en un poco más de cuatro horas, divididas en ocho partes. El chef protagónico trabaja en restaurant familiar de comida rápida de Chicago que ha debido sobrevivir a las modas y a la pandemia. The Beef, así se llama el local, no tiene la clientela de antes y los trabajadores, enfrentados a los habituales problemas de cocina, no ayudan a mejorar el clima. Aunque los conflictos de El Oso, como todos conocen al chef, son más bien interiores. El suicidio de su hermano le sigue penando, como también la decisión de haber abandonado los círculos gastronómicos en boga para hacerse cargo del negocio familiar de sándwiches de carne. No hay nada más triste que los restaurantes en decadencia -el cineasta finlandés Aki Kaurismäki lo ha demostrado en varias películas- y es en ese territorio donde "El Oso" construye su mundo.
Lo interesante es que el productor, guionista y director Christopher Storer no chapotea sobre la decadencia ni ofrece golpes bajos para impresionar el espectador. "El Oso" ni siquiera busca suspenso para mantener el entusiasmo en esta era de TV digital y déficit atencional. Digamos que se sostiene únicamente con buenos diálogos, personajes interesantes y una historia bien narrada que usa la gastronomía para indagar en las emociones y los sueños rotos de un personaje tan singular como universal.
A pesar de los elogios que ha recibido, "El Oso" es de esas ofertas que pueden quedar enterradas en el mar del streaming, debajo de las producciones marqueteadas y altisonantes que salen a la luz todas las semanas en una industria marcada por la sobre oferta. Es una película en partes que brilla por su sobriedad, discreción e inteligencia; y también, como debiera pasar con toda oferta sobre gastronomía, por esos tentadores sándwiches de carne que resisten los embates del tiempo con paciencia y dignidad.
La serie "El oso" de star+ cuenta los desvelos de un chef que lleva la batuta en un restaurante de comida rápida.
Por Andrés Nazarala R.
fotograma
1-¿Cuándo empezó su interés por los dichos? -Cuando estudiaba para profesora centré mi estudio en los dichos de El Quijote. Después leí los dichos chilenos y no estuve muy de acuerdo con algunos. No coincidí con los que retratan el Chile que yo conocí de niña, un Chile injusto, un Chile terrible en el cual la gente pobre en Santiago andaba a pata pelada, se les llamaba los "patipelados". En el campo la relación de dominio con respecto a los inquilinos también era espantosa. Era "cada oveja con su pareja", porque no se podía salir de una clase social y moverse a otra, las castas estaban totalmente separadas en Chile.
2-¿Por qué escribe sobre los "insumisos"? -A ellos los admiro porque son los distintos, se rebelan ante la sociedad, ansían otra forma de vida, se sienten insurrectos, no quieren estar en una sociedad que los margina. Caupolicán, por ejemplo, fue empalado por los conquistadores y su estatua está además en un cerro mapuche, que debió conservar su nombre Huelén. Admiro a Galileo porque tuvo que admitir frente a los inquisidores que la Tierra no se movía alrededor del Sol. También reivindico a El Mohicano, escribí sobre él en un volumen de cuentos que se llama "Ceremonias interrumpidas".
3-"El Mohicano" fue un personaje al que se le veía a la salida de la Iglesia de San Francisco, ¿cómo lo conoció? --Yo lo seguí a él por el centro, en esa época trabajaba mucho y tenía horarios completos, pero me pedí un día entero para hacer una diligencia y lo seguí con mucho cuidado. Lo estuve observando desde lejos y como a las siete de la tarde, cuando cerraron las puertas de la iglesia, agarró sus cosas y caminó hacia el Mapocho, hacia su guarida. Lo seguí muy cautelosa y lo vi bajar el puente, me transformé en una vagabunda ese día, él nunca se dio cuenta, nunca lo supo pero estuve detrás suyo.
Una suerte de genealogía y un compendio de seres insumisos y dichos componen las páginas de "Entre dichos" (Cuarto Propio). Son los últimos poemas de la Doctora en Literatura y profesora Luisa Eguiluz, compañera de vida del filósofo Humberto Giannini y además autora de la novela "Los caballeros negros".
Eguiluz es autora de "Entre dichos" y de "Automóvil en la ruta" y "de diciembre a enero".
3 preguntas
Publican los poemas de Luisa Eguiluz
laura Davico