"Creo que está cambiando claramente el clima de discusión sobre los 30 años"
Tras años en la política activa, como uno de los fundadores del PPD y exministro secretario general de gobierno del Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el doctor en Sociología José Joaquín Brunner se enfocó en la academia, donde se consolidó como uno de los principales referentes en el análisis y desarrollo de políticas para la educación.
Fue esto precisamente lo que lo trajo esta semana a la ciudad, como invitado a la presentación del libro "Formación integral, experiencias educativas desde la Región de Antofagasta. La visita brindó la oportunidad ideal para que el exsecretario de Estado, hoy cercano a Amarillos por Chile, reconectara con su faceta más política, con una mirada centrada en el camino que se abre para el país tras el resultado del plebiscito constitucional y la nueva valoración que, a su juicio, se está haciendo de los "30 años".
¿Hay un camino constitucional que seguir?
-Creo que la mayor parte de la sociedad entiende perfectamente la importancia de este proceso, pero claro, muchas veces puesto en una encuesta, donde se pregunta a la gente si considera más importante enfrentar los problemas de la violencia cotidiana y la criminalidad, o el alza de precios, o el debate constitucional, las personas obviamente eligen primero las cosas que los afectan directamente en su vida y en sus relaciones, entre sí y con la sociedad. Sin embargo todo el mundo entiende que una sociedad compleja, como es la sociedad chilena del Siglo XXI, no puede existir sin un andamiaje institucional que cuente con legitimidad, que todo el mundo respete y en el cual se pueda confiar.
¿Por qué es tan mala la constitución actual, o este deseo de cambio tiene que ver con cerrar ciclos?
-Pienso que tiene más que ver con lo segundo. La constitución actual, si uno la mira con objetividad, es un poco absurdo llamarla la constitución de Pinochet. Es una constitución que efectivamente partió con Pinochet, que efectivamente era antidemocrática, pensada en un régimen donde no hubo libertad para discutir nada, pero que luego, cuando se inicia la transición, comienza lentamente a transformarse en una constitución que nos permitió hacer muchísimas de las cosas interesantes que el país hizo estos últimos 20 o 30 años, pero claro, al final la marca de origen, su nacimiento en dictadura, hizo que hubiera una mala conexión intelectual, cognitiva, pero sobre todo emocional, con ese texto, y eso es lo que nos llevó a decir hagamos una nueva, lo que me parece muy bien. Es cierto que el proceso no concluyó bien, pero en esto yo veo un aprendizaje, y con el aprendizaje que hicimos sabemos que el tipo de constitución que el país necesita no es una constitución que, parecida a la constitución de Pinochet, trate de imponerle un modelo de sociedad y unos ideales únicos a todos.
¿Qué le provoca el análisis crítico que se hace de los "30 años"?
-Me provoca mucha frustración esta incomprensión de la complejidad de un proceso de transición tan difícil como el que hizo Chile, sin que se produjera una suerte de confrontación total en la sociedad o una solución por la fuerza de unos contra otros, que habría sido como revivir el 73. El hecho de haber encausado un proceso, con todas las limitaciones había, pero haberlo encausado pacíficamente y haber iniciado una tarea de modernización de la sociedad, de cuidado y de equidad con sectores diversos, todo eso me parece que constituye algo de lo cual el país tiene, no que aplaudir ni sentirse orgulloso, sino que decir en realidad hemos hecho un aprendizaje muy importante, particularmente si uno mira lo que estaba ocurriendo en América Latina y en el mundo.
Yo creo que en los siguientes años, que hemos vivido en la pandemia y ahora, está cambiando muy claramente el clima de discusión de los 30 años, y particularmente las nuevas generaciones que han llegado al gobierno se han dado cuenta de la enorme complejidad que tienen las cosas.
¿El rechazo de la propuesta constitucional mostró esa nueva valoración?
-Creo que la gente efectivamente reacciona a una idea que se llamó, acertadamente a mi juicio, refundacional de la sociedad, en que se proponía cambiar las estructuras completamente, rehacer el país desde las bases. Creo que la gente, con mucho sentido común, dijo, bueno, la sociedad no es un laboratorio, no es algo que uno pueda, por mandato de una constitución o de las puras leyes cambiar. Uno puede efectivamente introducir cambios, y hacer reformas, y mejoras, pero no proponerse esta especie de utopía del gran cambio salvífico de la sociedad de un momento a otro. Me parece que la gente, al sentir eso, dijo no, esta constitución llena de una terminología que es más bien de la academia, pero no de la vida social.
¿Qué rol jugó Ricardo Lagos?
-Creo, y tengo eso como una convicción muy firme, que Ricardo Lagos jugó un papel muy decisivo en el debate constitucional, porque de alguna manera dio a entender que personas de mucha experiencia, con un criterio de estadista, con una visión de mundo muy amplia, no estaban dispuestos a decir aquí hay que aceptar todo porque en realidad lo importante es aprobar cualquier cosa, porque cualquier cosa va a ser mejor que la constitución de Pinochet. Ricardo Lagos, pagando muchos precios, dijo no, no es así, aquí tenemos que ponernos de acuerdo en una sola constitución para todo Chile, que le dé cabida a todos los grupos, no hay que excluir a nadie, hay que buscar ideas que convoquen y no que disgreguen, y eso le dio mucha legitimidad a que la gente pensara con mayor independencia.
¿Qué opina de la nueva clase política chilena?
Hay una parte de cambio que es biológica, se tenía que producir, porque efectivamente la generación que por mucho tiempo tuvo gran influencia en el país, que venía desde el año 60, está de salida. Yo me siento parte de esa generación, y desde ese punto de vista miro con buenos ojos que se haya producido este cambio, pero tampoco hay que decir que son tan jóvenes, porque tienen 40-45 años. Esta generación con grandes ideales, pero poca sensibilidad a la complejidad de las realidades, además de una tendencia enorme a la fragmentación tendrá que probar si madura rápidamente y vuelve a un realismo básico y es capaz de ponerse acuerdo, porque la fragmentación que existe hoy y que dificulta cualquier discusión, hace pensar, bueno, ¿tenemos realmente una clase política que es capaz de dirigir o se van a pasar en una guerrilla de palabras, de grandes convicciones ideológicas, pero que finalmente no cuajan en políticas y leyes concretas?.