De lo material a lo espiritual
Que yo sepa, ninguna madre le pide el consentimiento a su hijo recién nacido para darle de comer. Los padres tampoco consultan a los hijos cuando los matriculan en un colegio para que comiencen su educación formal. No obstante, estas no pueden ser consideradas imposiciones ofensivas para la libertad de los niños. Todo lo contrario, los padres cumplen con un deber moral al alimentar y educar a sus hijos.
Tampoco es una imposición cuando los padres les enseñan valores espirituales que luego se transformarán en los cimientos de una conciencia rectamente formada, y de una voluntad fuerte; aunque muchos hoy en día pongan esto en duda. Pero, ¿qué es lo que la gente realmente quiere de la vida? ¿Suficiente comida, una educación y unas posesiones materiales que nos hagan sentirnos realizados? Me parece que los humanos estamos acá, de manera prioritaria, para ser felices. La comida y la vestimenta son bienes necesarios, e incluso fundamentales cuando escasean.
Sin embargo, son sólo elementos externos que no engendran una dicha, pues la verdadera felicidad está fundamentada desde el interior de las personas y no en los objetos físicos. Y esto último se olvida con demasiada facilidad, sobre todo cuando celebramos el natalicio de Jesús a través de un frenesí de compras y de materialismo inconducente.
El ser humano es un ente muy complejo, que tiene un cuerpo animado por un espíritu. Pero es un ser único. No podemos desunirlo y manejar separadamente cada una de sus partes de manera independiente, como si no estuvieran íntimamente ligadas. Por ello hablar de la formación espiritual emancipándola de la formación humana en general, es un error.
La plataforma de la formación espiritual se levanta sobre la base de una formación sólida en los otros aspectos humanos. Para educar el espíritu de una persona, es necesario formar la voluntad, la conciencia, la inteligencia y la capacidad de entregar amor. Sólo así se podrá resistir la debilidad de confundir amor con comprar.
En otras palabras, no se logra una vida plena si no se ha encauzado previamente la mente por el sendero de una sana y madura afectividad. No se pueden penetrar adecuadamente los misterios de la vida, de nuestro paso por este mundo, sin el apoyo de una inteligencia aguda, perspicaz, sutil. Lógicamente, en todo ello es el espíritu que habita dentro de nosotros el que nos va guiando y el que nos entrega sus dones y conocimientos, para dirigirnos por el recto camino.
Pero es necesario el concurso de una humanidad completa, que sea el cimiento sobre el cual pueda levantarse seguro el mundo espiritual. Lo físico es necesario, sin caer en una adoración por las cosas materiales, actitud contra la cual Jesucristo tantas veces se pronunció.
Al igual que la vida del cuerpo necesita de alimento para sobrevivir y desarrollarse satisfactoriamente, y debe ser cuidada en momentos de enfermedad, también la vida espiritual necesita de ese sustento y de esa atención. No darlos en la debida proporción y con la frecuencia adecuada causa destrozos en el alma: tibieza, superficialidad, indiferencia, endurecimiento del corazón y deformación de la conciencia. En esta Natividad, cuidar nuestro espíritu es más importante aún.
José Miguel Serrano
Opinión
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Al igual que la vida del cuerpo necesita de alimento para sobrevivir y desarrollar satisfactoriamente, y deber ser cuidado en momentos de enfermedad, también la vida espiritual necesita de ese sustentos y esa atención.
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