El viejo Restaurant Tatio
Estaba ubicado en calle Matta hacia el norte, donde Antofagasta tiene barrios aun con sabor a fotos antiguas, el legendario restaurant de los años 60 fue creación de un personaje singular: Fernando Von Wacholz, uno de mis primeros alumnos del Bellas Artes de la U. del Norte. Era además funcionario de la línea aérea KLM, llego a pintar delicadas acuarelas que no le quitaban espacio ni tiempo.
Era un gringo flaco y desgarbado para quien el mar y las olas no tenían secretos, tomaba el sol en la puntilla del Balneario y nadaba mar adentro en las mortales aguas de la Portada. Practicaba el Yoga, para él la respiración era esencial, de profundos ojos azules los amigos le llamaban "Fernando del desierto" comparando su pinta con la de Peter O'Toole en "Lawrence de Arabia"
Sin embargo no quiso ser más empleado, arrendo un viejo caserón y con la ayuda del joven pintor Pedro Miranda, nuestro alumno, transformo un tugurio en un local con el sabor y el aroma de la pampa. Fernando decoro con muebles, carteles, victrolas, partituras musicales de los pianistas de las filarmónicas y grandes espejos traídos de la Oficinas Salitreras, qué transformaron el Tatio en un espacio de nostalgia vigente, en un rincón nortino, allí fue donde se vivió intensamente la bohemia estético-política de los 60.
A la entrada era el espacio para los jóvenes con un balcón interior, allí surgía la guitarra y el canto, ya se cantaba "la Cantata de la Escuela Santa Maria de Iquique", al fondo bajando estaba el comedor, lugar para parejas, amigos, familias, instituciones, etc. Nunca faltaba un pianista y su piano. El Tatio Fue el Restaurant donde el viejo cacique regional Don José Papic Radnic hombre de derecha le ofreció una comida homenaje al poeta soviético Etvushenko, Don José tenía su antigua panadería donde en una de sus vitrinas un letrero decía "Llegara el día en que el pan será gratis", eran otros tiempos y otros hombres, de auténtica prosapia regionalista.
Es uno de los inolvidables rincones de Antofagasta que cobijaron aquellos ideales que a pesar de los desastres históricos nunca pierden vigencia.
El Tatio fue destruido por un incendio, seguramente por encargo. Fernando lo recreó en la costanera frente a la playa del Cable, utilizando además viejos buses para un hostal pero ya no fue lo mismo, los tiempos habían cambiado.
Waldo Valenzuela Maturana.