Apoyo para quienes viven en las calles
Son cerca de mil personas, un 73% chilenos, que por diversas razones hoy viven en vía pública, en condiciones precarias y enfrentado riesgos a diario. Según el último registro preparado por el Ministerio de Desarrollo Social, en la región son 928 personas que están en esa condición y de ellas 127, hace más de dos décadas.
Hay quienes uno o varios golpes de la vida los llevaron a seguir sus días en condiciones subhumanas, en un rincón o en un ruco en calles o espacios comunitarios. Según el último registro preparado por el Ministerio de Desarrollo Social, en la región son 928 personas que están en esa condición y de ellas 127, hace más de dos décadas.
Es una cantidad significativa y que se va incrementando con rapidez, porque cada vez son más quienes se ven obligados a tener la calle como su hogar.
Si bien es una decisión personal, la mayoría de las veces hay detrás motivaciones complejas que pueden pasar por un trauma de vida, una decadencia económica, consumo problemático de drogas y/o alcohol, que gatillaron esa decisión. De lejos puede verse fácil, porque no tienen mayores obligaciones y viven de la caridad, pero no es sencillo ser un habitante sin hogar, arrastrar problemas y tratar de entenderse con una sociedad que los discrimina.
Ningún vecindario acepta la instalación de improvisadas viviendas o rucos en sus sectores y llaman al Estado a hacerse cargo de quien está en esa condición y requiere ayuda.
Reaccionan con un grado de razón, a la que debieran incorporar el sentido de humanidad. Pensando en cómo apoyar a quienes llegan a ese estado, sumar esfuerzos que logren sacarlos de esa complicada condición, la que con el tiempo se va asentando y les hace difícil abandonarla.
Recordemos que la cifra consigna que hay 127 casos de personas que llevan más de 20 años viviendo en la calle. De seguro, con más de uno de ellos se trabajó para que abandonaran esa condición sin éxito. Ello no debiera impedir seguir haciendo esfuerzos para que los que hoy siguen ese estilo de vida, puedan recobrar la esperanza y abrirse paso para sentirse aporte y parte de la sociedad.
Estas cifras no solo debieran alarmarnos, también es necesario que logre abrir nuestros corazones y nos ayude a cambiar de mirada. Es un ejercicio que costará, más si cada día convivimos con los problemas de quienes abrigan esa condición para ocasionar problemas y cometer incivilidades.
Estos últimos, en su mayoría, han sido erradicados y quedan los que realmente no tienen dónde más ir, los que tratan de no molestar y que necesitan de ayuda. A ellos debemos mirar con otros ojos.