Changos… ¿Changos?
No cabe duda. La balsa de cueros de lobo, que llevó a los changos por los más impensados vericuetos de las costas nortinas, está quedando chica, para tanto impostor que -dolorosamente- hoy se declaran descendientes de aquella etnia, de ese pueblo originario que nos enorgulleció como navegantes y cazadores/recolectores.
En los años de mi infancia y adolescencia, recorrí junto a mi padre las caletas de la costa antofagastina, desde "El Bufadero" por el sur, hasta "Chipana", al norte de la desembocadura del Loa. Y en estos periplos bimensuales, conocí a verdaderos changos, como el viejito Mario "Caruncho", taltalino de castiza estirpe. En Paposo, había una mujer -doña Estefanía- que mariscaba, vendía peras y quesos de cabra que ella misma cuajaba en la quebrada de Perales. Al "chango" Gutiérrez, encaramado en "Cachinalcito", que tenía un huerto regado con agua que captaba ingeniosamente desde los cerros. A Pastorizo Santander, un veterano guardahilos, que vivía en caleta Botija y otros distinguidos personajes que moraban modestamente en caletas, radas y playas.
Hoy, muchos de los que pueblan las playas y caletas, se hacen llamar changos, pero son expoliadores, que no tienen reparos para "barretear" huiros o arrancarlos empleando arpeos y otros elementos. Afirman administrar "Áreas de Manejo" e impiden el acceso a esos sectores del que se han hecho dueños. No les importan las tallas mínimas de los mariscos ni respetan veda alguna.
¿Son ellos los nuevos "changos"? ¿Con lujosas camionetas, antenas de TV, repetidoras de señales? ¿Con botes de fibra y motores fuera de borda de alta potencia? Han progresado, es obvio. Los tiempos son otros, sin duda. Pero han olvidado la esencia de aquellos de quien se dicen descendientes; han despreciado la herencia de sus antecesores dejando de lado el respeto a la naturaleza y el cuidado de su entorno. Muchos de estos campamentos, están rodeados de chatarra, vehículos desguazados y basurales.
Así, las costas antofagastinas viven un irreversible deterioro y se percibe su agotamiento, algo que los verdaderos "changos" nunca hicieron… Ni habrían hecho jamás.
Jaime N. Alvarado García. Profesor Normalista - Periodista.