El rencor es un mal consejero
"No todos comprendemos de una misma manera, todos lo hacemos de modos diferentes, no porque intencionadamente lo provoquemos o lo queramos". Raúl Caamaño Matamala, Profesor Universidad Católica de Temuco
¿Qué es el rencor? Es un sentimiento que porfía y porfía, de modo tenaz, contrariando la buena voluntad, el buen deseo, el buen propósito, y así se transforma en un resentimiento. Esta oposición, en ocasiones, se instala, se posiciona y posesiona a algunos, de tal manera que su desarraigo es tarea de largo tiempo y su eliminación es de no pocas consejerías.
¿Cómo nace el rencor, cómo se instala en las personas? No es simple el proceso, creo. No todos comprendemos de una misma manera, todos lo hacemos de modos diferentes, no porque intencionadamente lo provoquemos o lo queramos.
¿Cómo entonces? Lo que piense, lo que sienta, lo que aprecie es, ni más ni menos, MI modo de clasificar, ver, categorizar el entorno, y proviene desde mi propia comunidad de personas, mi familia, mis amistades, mi ambiente humano. De ellos me nutro, con ellos alterno, entre ellos me conduzco, por ellos activo y reactivo mis neuronas, con ellos aprendo. El procesamiento de información de ese entorno no es solo conceptual, también, y quizás más importante, es actitudinal, valórico, ético, normativo, conductual.
Nuestra conducta se establece con los otros, en medio de ellos, de ellos aprendo, adopto, practico, ensayo, acciono y re-acciono, respondo. No obstante, en el último tiempo, no todo es desde una comunidad real de personas, o por causa de ellos.
El incremento a la exposición de un mundo virtual de distintos procederes, inimaginados, de culturas ni por asomo conocidas de modo directo, ha hecho mella en la conducta de muchos, en especial de los jóvenes y de los niños, que ya muy tempranamente han sido expuestos ni siquiera a minutos sino a horas y horas de seguimiento de seudolíderes de comunicación en las redes sociales.
Las comunicaciones sociales también han incidido en el comportamiento de las personas. La información no siempre es benéfica, en especial si es portadora de comportamientos no ejemplares y por efecto de la instantaneidad, de la globalización, esa "ejemplaridad" importada es replicada, primero, a escala individual y, luego, a mayor nivel.
Las malas prácticas, aquellas importadas o virtuales, se imitan. Incluso se generan en los trasnoches, por personas que se han alejado de la educación formal, y qué decir de la educación familiar, comunitaria. Y esa "escuela" ha generado procedimientos, respuestas, acciones o reacciones nada modélicos.
¿Cómo reconducir este comportamiento equivocado, torcido, retorcido, en el que se ha pasado de una respuesta acorde, como debiera ser, a una reacción verbal, primero, y, luego, a un actuar en que priman los malos sentimientos? Sean rencor, antipatía, resentimiento, animosidad, hostilidad o saña, entre algunas de sus versiones.
¿Cómo superar este trance? Dando mayores y mejores oportunidades a instancias formativas e integrales a las personas. Recuperar a los niños, a los jóvenes que se han alejado de la educación institucionalizada y procurar darles más educación, mejor educación. Llevar la educación a donde sea necesaria.
La clave es más humanidad, mayor atención a la persona, más afecto, mayor consideración, más amor, atender más al desarrollo humano y menos al mentado desarrollo económico, o que este se focalice en las personas.
En suma, ¡amen!