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de papá y mamá. No se trata de que nos digan lo lindo que es la labor que hacemos, sino que lo importante es lo que los niños hacen en la vida de nosotros porque como familia queremos acoger al niño, niña o adolescente y entregarle el amor que tenemos para darle".
"Ya no empiezas a mirar al niño con pena, ni a decir lo pobrecito que puede ser por su historia de vida, sino que es igual a cualquier otro niño, solo que con su propia historia de vida".
Mientras que, en el caso de Rosa Tim, el ser madre cuidadora llegó a su vida cuando menos lo esperó, con hijos sobre los 40 años, nietos mayores y sin tener la experiencia de haber criado a niñas. Sin embargo, tal como lo relata "No lo cambiaría por nada. A mis niñas, tras haber pasado por una situación de vulnerabilidad, las iban a separar enviándolas a distintas partes del país, pero mi marido se opuso y dijo que serían tres hermanas que se quedarían por unos días, de esos ya van dos años y un mes con nosotros", indicó Rosa.
"Fue empezar todo de nuevo porque yo solo tuve hombres, mis nietos que también son hombres, entonces es un aprendizaje constante incluso con la comida porque un día lunes hago porotos, arepas, empanadas de carne con arroz, entonces es aprender y apoyar porque nadie enseña a ser madre en la vida y serlo por segunda vez es muy gratificante", manifestó.
Una de las inquietudes de la comunidad al enfrentarse a la decisión de ser parte de la comunidad de acogida es el apego que se genera con los NNA, por ello, desde el programa se realiza un trabajo de acompañamiento el que está a cargo de Felipe Quiñonez, psicólogo de captación de los programas FAE.
"El principal miedo es el tema del egreso, cuando tienen que dejar ir al niño. Lo otro que hemos visto son los temores legales que existen por el contacto con la familia de origen, pero quienes ingresan al programa reciben apoyo de una dupla psicosocial que trabaja tanto con los NNA, la familia de acogida y la de origen. No es un proceso que atraviesan solos. Hay mucho apoyo durante los primeros meses, hasta que vayan adquiriendo herramientas necesarias, pero es un apoyo constante hasta la etapa final de egreso", subraya.
Aprender, crecer
Una experiencia similar, atravesó Adriana Vargas participante del programa FAE que ejecuta la Fundación Tierra de Esperanza en Calama. Vargas reconoce que "al principio cuesta un poquito porque cada niño viene con una dificultad diferente".
"Pero, cuando se le trata con respeto y cariño, ya que nosotros le abrimos las puertas de nuestros hogares con la única finalidad de darle un sostén familiar, donde queremos hacer la diferencia en ese pequeño tiempo que esté con nosotros", señaló que de igual manera significa un cambio en la vida de todos los involucrados en el proceso.
Para esta madre de tres hijos biológicos, de entre 7 y 15 años, esta es una forma de retribuir al país que le abrió las puertas, ya que ella llegó procedente de Bolivia hace una década.
"La labor que hago es voluntaria, netamente con la finalidad de ayudar a estos niños, niñas y adolescentes en las dificultades que se presentan a veces en la vida", puntualizó.
Si bien, la labor que desarrolla es de transición de un período máximo de 15 días, decidió asumir dicho desafío porque aseguró que "creo en pensar en ayudar a las personas más desvalidas en los momentos que uno vive en el día a día. Marcar la diferencia, hacer algo diferente, porque la necesidad no tan solo está en la familia, también está en otras personas, y sentir que puede ser un aporte motiva a que uno pueda ayudar".
Destacó que, en el caso de sus hijos, cuando es mayor que ellos, resulta ser el hermano mayor, y en caso de ser menor es el hermano chico.
"Ellos, lo acogen como un miembro más de la familia, y nosotros, con mi esposo como un hijo o hija más. No son ni más, ni menos, ya que todos somos una familia mientras dura el proceso".
Además, reflexionó que "para las personas que quieran ser familias FAE es una experiencia muy bonita. De alguna forma aprendimos mucho de ellos, a veces nuestro entorno está tan reducido que uno no se da cuenta que hay otras necesidades que involucran a los menores, y dar amor no está demás",
"A algunas personas les gustan las compras, y a otras tal vez desarrollar otras actividades. Pero, esta labor que uno hace es única, es cierto que es una gran responsabilidad que conlleva dificultades pero que nos permiten crecer mucho más como personas", concluyó.