El adiós no siempre supone una despedida
Carlos Tarragó , Fundador Corporación Proa
Para mí un adiós, es sinónimo de un "Hasta luego", "Nos vemos", "Chao", etc. Por su parte una despedida es una especie de cierre definitivo de un capítulo, de una relación, es como una expresión declaratoria de un "hasta nunca". ¿A qué se debe esta disquisición? Simplemente a que, por motivos familiares, después de más de 40 años de permanencia en la ciudad, me vi en la necesidad de alejarme de ésta y fijar mi residencia definitiva en Santiago.
Cuando llegué a Antofagasta, para mí una ciudad prácticamente desconocida y sin contacto alguno, lo hice con incertidumbre, pero esperanzado en poder desempeñar en forma óptima la oportunidad profesional que se me ofrecía en esta árida pero generosa tierra. Mi pregunta diaria era ¿Cómo lo estoy haciendo? ¿Podré entregar todo lo que se espera de mí?, etc. Con el tiempo y con el apoyo de jefaturas y colaboradores, fui asimilando la labor encomendada y, estimo, logré desarrollar mis responsabilidades, en forma eficaz y eficiente, lo cual significó finalizar mi larga trayectoria, en el nivel más alto de la estructura empresarial.
Más allá del desarrollo laboral, que era lo que la empresa esperaba de mí, hay un aspecto que muchas personas que llegan a Antofagasta no captan, ignoran o simplemente no les interesa. Me refiero a devolverle, de alguna forma, la mano a la comunidad que los acoge. Siempre he manifestado que Antofagasta ha sido, es y continuará siendo una tierra de oportunidades para migrantes, yo fui uno de ellos. Oportunidades que también significan compromisos y obligaciones, tales como comportarse como un ciudadano comprometido y agradecido.
Al respecto debo reconocer a la comunidad antofagastina la posibilidad que me otorgó de aportar en distintas instituciones locales, que van desde el CDA, la AIA, hasta la Universidad de Antofagasta y haber sido impulsor y socio fundador de la Delegación Antofagasta de la Cámara Chilena de la Construcción y fundador de la Corporación Pro Antofagasta, Proa.
Lo anterior no es todo lo que me brindó Antofagasta, ya que también tuve la satisfacción de haber encontrado nuevos y buenos amigos como Rafael Visedo, Rafael Mella, Jorge Molina, Víctor Toloza, Jaime Alvarado y, en especial, al entrañable Floreal Recabarren, cuya amistad ha sido uno de los mayores orgullos que atesoro de mi estadía en Antofagasta.
A su vez, echaré de menos los amistosos y reñidos enfrentamientos a raquetazo limpio, con Lucho Montivero primero y Rafa González después. Además, añoraré las cátedras de futbolito senior del Autoclub, lideradas con entusiasmo y humor por Bernardo Rodríguez.
Por último, agradezco a los exdirectores de este diario Mauro Robles y Víctor Toloza y, al actual, Mauricio Barrera, por haber permitido expresar mi opinión, con absoluta libertad, en los más variados temas a través de estas columnas. ¡Hasta la vista!