Una reciente noticia científica reveló que los pulpos tienen una actividad de sueño similar a los seres humanos. Al dormir, esos cefalópodos experimentan una fase del sueño activa y una fase tranquila de ese proceso que es una mezcla mental, sensorial y reelaborativa de informaciones del propio cuerpo. Y pueden, a la vez, cambiar de textura, color y camuflaje tanto en el nivel de vigilia como en el sueño más profundo. Junto con leer esa noticia, me pregunté si hay noticias científicas respecto de cómo soñarán las personas que duermen frente al mall, a la intemperie. Es decir, cómo sueñan las personas que quedan por las calles, solo con cartones y trapos viejos. Me pregunté respecto de que, si hay investigadores de otros países estudiando a esos invertebrados, entonces, ¿por qué no damos con la solución humana, científica y solidaria, para una situación que está frente a nuestros ojos?
Puede que las miles de personas que circulan por la costanera estén muy habituadas a ver a esos seres errantes que ya ni siquiera existen ante algún estímulo físico. La noticia agregaba que la actividad cerebral y el patrón cutáneo de los octopus laqueus durante el periodo activo del sueño se asemejaba mucho al patrón cutáneo cuando estaban despiertos. Sin embargo, para las personas que duermen en las calles de Antofagasta, sus sueños esconden al depredador. Por un lado, podrían estar reviviendo experiencias de vigilia; por otra, las consecuencias de una decisión o bien, la tormenta de un abuso. Cuando los pulpos duermen sus periodos de letargo se ven interrumpidos por estallidos de actividad frenética; cuando las personas que están a la intemperie en la costanera duermen, sus ojos y brazos se agitan como pidiendo auxilio y la piel de ellos, que no vemos porque tampoco existe el camuflaje, la miseria se destella como nuestra propia realidad que no nos hace despertar.
Los pulpos tienen una actividad similar a la de la vigilia de los humanos, así como las medusas y las moscas de la fruta tienen una notable similitud en las formas del sueño. Sin embargo, de seguro, nosotros no tenemos evolucionado el ciclo de soñar ya que ni siquiera alcanzamos a recordar altos porcentajes de sueños o de pesadillas. Pero, las personas que están frente al mall, en las orillas donde pasa el tren con toneladas de cátodos de cobre que se valorizan, paradójicamente, en millones de dólares, no alcanzar a revivir experiencias porque su presente es pesadillesco tanto que más del sesenta por ciento de ellos no vivían previamente en la calle. A esa nueva realidad, hay que agregar la exposición al riesgo, las agresiones, los insultos, la violencia física y la invisibilidad.
Una persona errante dijo que vivía en una permanente angustia diaria y con el doble castigo de no tener nada. Por un lado, vivir en el extremo del temor por no saber si llegaría vivo a la noche; y que su estar refugiado en ese lugar era siempre exponiendo su pobreza a los otros. Si vemos esta realidad, en que nos sentimos perplejos o paralogizados, podemos decir que, a mi parecer, hay más personas en las calles, esquinas o en las afueras de las escuelas y supermercados estirando sus manos extendiendo una realidad de la cual nadie se hace parte y, también, podemos decir que nadie está en las calles porque quiere estar ahí. Los pulpos, entre tanto, en la mar, almacenan recuerdos y emociones complejas; mientras otras personas, aquí cerca de nosotros, duermen en las orillas de la costanera, frente al mall, abundando en su miseria en la explanada frente al templo de plástico.