En las últimas semanas se han revelado oscuras situaciones que enlodan al fútbol chileno, las que lejos de encender las alarmas debieran tener a los involucrados en el desarrollo de la actividad, exigiendo cambios. Nos referimos específicamente a la presencia de representantes de futbolistas en las propiedades de los clubes y la permanencia de antiguos dirigentes ligados a discutidos casos durante la cuestionada presidencia de Sergio Jadue.

Aunque para algunos la presencia de agentes de jugadores en las sociedades anónimas de los clubes no reviste mayor trascendencia, hay muchos que piensan con claros fundamentos que va mucho más allá de un reproche ético. Ser dueños implica definir cuerpos técnicos y en medio de esas negociaciones promover a algunos jugadores en desmedro de otros para su pecunio.

Eso no solo atenta contra la transparencia del juego, también abre espacios para otro gran problema de este deporte que es el amaño de partidos.

Todo sustentado en una cadena de ayuda y favores, asociados a incentivos económicos para que ocurra lo que quieren estos grandes intereses.

En nuestro país el problema es incipiente y aún no se conoce de arreglo de partidos, pero sí ya hay casos sobre jugadores que se han negado a determinada representación y fueron sacados de las plantillas sin poder jugar.

Pero esta situación no ha provocado ningún revuelo en la actividad. Es como si diera lo mismo cómo se maneja el fútbol sin importar el daño que se pudiese causar.

Entrar en una dinámica en la que el dinero está por sobre la actividad, sobre la esencia del juego es peligroso. No podemos obviar que el fútbol es un negocio, pero tiene que haber ciertos resguardos para que el poder del dinero no corrompa una disciplina en la que deben imponerse los valores deportivos.

Los resultados del SIMCE recién publicados muestran un terremoto. La baja en matemática, respecto de la medición anterior, pareciera lo más preocupante. Sin embargo, lo verdaderamente grave está en lenguaje. En lectura 4º Básico los resultados son similares a los de 2013. Menos de la mitad de los niños de este nivel no comprenden lo que leen. Después de 10 años es la primera vez que se reduce la proporción de estudiantes que leen en nivel adecuado en 4º Básico. El % de niños en nivel de rezago es de un tercio, en una generación que tuvo 1ero Básico presencial.

Un estudio de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes sobre la comprensión y el vocabulario lector, publicado en octubre, recoge el impacto de la pandemia en los niños y niñas de kínder a 4to básico. Cerca de 2.500 estudiantes, de los mismos centros escolares, fueron medidos en 2018 y 2022. En 1ero Básico el 96% no identifican las letras del alfabeto. Tampoco consiguen leer los libros correspondientes a su edad. El vocabulario de los niños de kínder descendió de 38% a 18% de palabras que conocen. Los 2dos básicos descendieron a un nivel lector inicial. En otras palabras, entre los 7 y 8 años de edad, no decodificación palabras superiores a kínder.

En junio de 2022, un informe del Banco Mundial señaló que cuatro de cada cinco niños y niñas de sexto grado en América Latina y el Caribe tal vez no podrán comprender un texto simple, alcanzar el nivel mínimo de comprensión lectora. Los resultados del aprendizaje podrían haber retrocedido más de diez años. Lo que podrían costar a los alumnos de hoy una reducción en sus ingresos del 12% a lo largo de su vida. Luego de que perdieran 1,5 años de aprendizaje. Esto profundiza las desigualdades, pone un signo de interrogación sobre el bienestar futuro de millones de niños que aún no desarrollaron competencias fundamentales, algo que eleva el riesgo de profundizar aún más las desigualdades de larga data en la región.

El informe propone cuatro acciones claves para reencauzar a esta generación. Hacer que la recuperación educativa sea la primera prioridad en la agenda pública. Recuperar a todos los que abandonaron la escuela y asegurar que permanezcan en ella. Recuperar los aprendizajes y el bienestar socioemocional. Valorar, apoyar y formar a los docentes.

No podemos no estar más de acuerdo con las 4 acciones. Para que esto se consiga, necesitamos asegurar que se realicen todas las clases. Revertir el ausentismo. Al que aún no le doblamos la mano. Los recientes datos de Aysén son alarmantes. Que la evaluación docente sea un camino desafiante, al servicio de los alumnos. Que los docentes cuenten con el apoyo para abordar esta labor, que requerirá de años. Que el presupuesto de la nación para educación esté a la altura de estas acciones, sea prioritario en la recuperación educativa. Lo que pasa también por las reforma de la ley SEP.

Ya no es posible seguir hurgando en la pandemia. Debemos enfocarnos en el futuro. Prioridad mundial.