En estos días ha llamado la atención de la opinión pública que edificios gubernamentales hayan sido víctima de robos de computadores y, en uno de ellos, se llevaron hasta una caja de seguridad. No solamente sorprende la facilidad para cometer los delitos por parte de los perpetradores, también que ocurran en medio de cuestionamientos a distintos contratos y convenios en los que se teme la existencia de algún delito, y en cuyos dispositivos y, específicamente, en la caja fuerte podría encontrarse información relativa a las investigaciones.

No hay que ver mucha tele- como dicen los jóvenes- para entender que hay algo raro en estos casos, especialmente en el del Ministerio de Desarrollo Social, los otros pueden ser incluso distractores de lo que en sí importaba en ese momento, que era apoderarse del contenido de la caja de seguridad. Los PC de ese ministerio aparecieron a las horas tras un simple seguimiento.

Tampoco se trata de responsabilizar a quienes dirigen esas carteras -Ministerio de Desarrollo Social y Subsecretaría de Cultura-, no es ese el foco, más bien es ser críticos ante las coincidencias y a cuestionar que exista solo el afán de apoderarse de artículos para su receptación.

Pocos creen que sean delitos propios de la criminalidad que hoy vivimos, puede que estén involucrados delincuentes comunes, pero hay circunstancias que hacen dudar, incluso algunos medios de la capital califican estos hechos como "robo político".

Entonces hay algunas partes de esta trama que deja cabos sueltos. Claramente no son simples robos y la caja de seguridad no sólo contenía documentos sin mayor relevancia, como dijo el ministro Jackson.

Qué había y por qué aún no aparece. La investigación debiera develar esas dudas que rondan en muchos de los chilenos que se enteraron de estos singulares casos.

El género cinematográfico tiene al cine documental como un género que saliéndose de la ficción presenta y refleja, a la vez, acontecimientos reales apoyándose en imágenes espontáneas, diálogos afectivos y polémicos, uso de cámaras ocultas y testimonios visuales en una amalgama creativa que entremezcla lo dramático, lo humano y lo testimonial. El documental, entonces, es una construcción intersubjetiva de una memoria social y vivencial que es necesario relevar de manera permanente.

Y eso es lo que sucede con el reciente trabajo del director chileno Guillermo Álvarez quien resiguió al poeta rockero Mauricio Redolés por más de veinte años dando vida al sorprendente y emotivo documental "Redolés + 50 años de cabaret" que muestra la vida del poeta y músico entre los años 1995 al 2019 aunque, a modo de decir de Sebastián, hijo del artista, es prácticamente un documental de treinta años. El hilo conductor de este trabajo son sus canciones y sus poemas, sus amigos músicos, su hijo Sebastián, los momentos significativos de su experiencia de vida o sus días como preso político lo que constituyó, de manera global, un valioso material de inspiración cinematográfico. En ese entramado estético se observan personas, artistas, imágenes y se escuchan canciones, poesías y relatos en una secuencia de los materiales audiovisuales que no es cronológica y donde el tratamiento de la figura del narrador es la mirada acertada de la propia cámara del director que interconecta como personaje del documental llevándonos por la materia prima: las variadas vidas del poeta Redolés que nos sorprende, en ese viaje cinematográfico, la observancia del niño Sebastián, inquieto y creador; los amigos joviales y vitales desde la música y la literatura o las referencias lúcidas de poesía recitada de la madre del músico.

El documental entrecruza lo familiar y lo ético porque Redolés es un artista comprometido con la memoria y los derechos humanos, cuya obra refleja una visión crítica y lúdica de la realidad chilena, con un lenguaje cercano al habla urbana y al humor popular. El trabajo de Álvarez conecta con el género de la "sinfonía de ciudad" puesto que el hombre de la cámara, con la batuta del director, describe un área de la urbe en Santiago, como es histórico barrio de Yungay, capturando la vida, los avatares, las anécdotas y los múltiples conciertos del músico Redolés basándose en una especie de "película poema" o película sinfónica de uno de nuestros notables músicos nacionales de los últimos 35 años.

El trabajo de Guillermo Álvarez, formado en la escuela de cine de Buenos Aires, conocedor absoluto del género y del cine chileno, también, a través del trabajo de su padre con realizadores como Silvio Caiozzi y Raúl Ruiz, nos regala de manera honesta y directa los avatares de un hombre que es artista, pero sobre todo un personaje de la escena artística nacional underground. El realizador Álvarez entremezcla tres formas del género en su trabajo acerca del músico Redolés: el documental biográfico artístico, el documental cronista y el documental explorador para que los espectadores continúen en la búsqueda acerca de lo que significa este género esencial. Para la memoria social y política de Chile este sorprendente documental nos acerca a la existencia simple de un hombre músico reconstruyendo, en parte, su pasado, valorizando su presente como artista y proyectándolo entre las nociones de verdad, el testimonio vivo de la existencia, la subjetividad y la interacción activa con el mundo.