El Principito
No me había ocurrido antes. No sé por qué quise leer la última página en primer lugar. La sola cubierta del libro me había emocionado. Tanto había escuchado acerca del contenido de esas hojas que ahora tenía en mis manos… Creo que lo tragué, con la emoción y el apuro con que alguien bebe un vaso de agua después de un largo día sin poder beber. El final de la historia era imposible terminarlo sin genuinas lágrimas. El autor encargaba que si veíamos a un hombrecito que riera y se negara a contestar preguntas, que le avisáramos y lo consoláramos. Éramos niñas y habíamos llegado a ese libro sólo porque alguien nos contó su contenido entre lágrimas de emoción: se lo habían regalado. Nos lo prestó generosamente. Quería que compartiéramos con ella emoción y sorpresa, además de olvidar por un rato que estábamos internadas en el colegio. Lo leímos más de una vez. Algunas copiaron los dibujos. Nos acostumbramos a repetir pequeños párrafos, los que jamás podríamos olvidar. "Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…" "Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio" "Lo esencial es invisible a los ojos" "Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer..." "La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón"
El piloto y novelista francés, Antoine de Saint-Exupéry, fue el creador de variadas obras literarias.
Era un hombre que amaba volar y en sus ratos libres escribía. Sus producciones son numerosas, pero ese Príncipe especial se ganó la simpatía de niños, jóvenes y viejos. No es una historia corriente con un principio y un fin. Tampoco es un cuento que te entretiene y ya. El Principito es un cuento poético acompañado de las ilustraciones, hechas con acuarelas por su creador.
Es una historia enorme, llena de tantos sentimientos humanos que hermanados comparten una realidad que porta amor y dolor. Es una historia que no se puede contar sin leerla, es tan completa y cercana que no deja que te vayas sin llevarte esa idea de que las estrellas derraman agua fresca para que podamos beber.
No es sólo para niños. Es también un libro que ojalá fuera leído por adultos, en especial por aquellos que necesitan abrazos, sonrisas y cariño. O también para aquellos que, enojados con el mundo, viven envueltos en amargura.
Cecilia Castillo, Profesora, escritora