Andrés Sabella, Sembrador
No, don Andrés. No hemos podido detener el tiempo. Pero tampoco el tiempo ha podido arrancarlo de nuestra memoria, porque su imagen de "Duende", permanece viva en nuestro arsenal de recuerdos. En cada hoja que volteamos, en cada verso suyo que recordamos, o en cada trazo colorido que contemplamos, nos parece escuchar su voz. O creemos verle caminar, saludando sin cesar a la multitud de transeúntes que van y vienen por Prat hasta Matta.
Es su semilla, la que sigue dando brotes generosos de pan, paz y poesía.
Así ha sido. Desde ese zarpe a la eternidad, cuando largó sus anclas terrenales en Iquique, el querido "segundo puerto", en la recalada postrera. Es que su obra deambula en este oleaje turbulento del segundo milenio. Se asoma, permanece y sigue en nosotros.
Por eso el viernes 25, conmemorando la víspera de su último zarpe, volveremos a acoderarnos al mausoleo que guarda sus restos y los de su Elba Emilia. Quienes conformamos la dotación de su barca, nos empavesaremos con sus versos y su prosa, para volver a disfrutar de la belleza de sus escritos. Sus hermanos -los de la nao Antofagasta- llevarán el emblema de las tibias cruzadas, para volver a sostener, con un varonil ¡Orza! que "Sobre sus naos valientes/Va la gloriosa hermandad/ Con el sol entre los dientes/Ebria de ron y de sal".
También se sumará una parvada de plumas jóvenes. Escribanos y amanuenses núbiles, que se hacen llamar "Rebeldes", llegarán para mezclarse con quienes lucen canas y tienen un vasto recorrido terrenal. Ellos conforman la nueva pléyade, que ha decidido embellecer la palabra, vistiéndola de versos y rimas. Y, sobre todo, adornándola de nortinidad y de antofagastinidad.
Como Usted, don Andrés, tenemos intacta la fe que su Norte Grande se irá llenando de brotes. Su generosa siembra no cayó en suelo estéril y ya estamos viendo cómo florecen esas semillas derramadas durante su permanencia entre nosotros.
Por eso compartimos la siembra de esperanzas, como parte de su legado. Por eso seguiremos convencidos que este Norte se hará cada vez más grande, si continuamos derramando Pan, Paz y Poesía.
Jaime N. Alvarado García. Profesor Normalista - Periodista.