En un esfuerzo conjunto entre el Gobierno Regional (Gore), la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el Instituto de Políticas Públicas de la UCN, académicos y el sector de la gran minería, se ha desarrollado una estrategia minera innovadora en la Región de Antofagasta. Esta iniciativa tiene como objetivo diseñar una hoja de ruta que aproveche la importancia de la minería en la economía regional, contribuyendo al desarrollo integral de las comunidades locales y sus habitantes.

La estrategia se basa en cuatro ejes fundamentales: medioambiental, social, económico e institucional. Cada uno de ellos está diseñado para abordar aspectos clave que permitirán que la región alcance un desarrollo sostenible y armonioso.

Medioambiental: Este eje se centra en la sostenibilidad ambiental, promoviendo prácticas mineras responsables, uso de energías renovables y la preservación del entorno.

Social: La estrategia busca mejorar la calidad de vida de las comunidades locales, promoviendo la generación de empleo, el acceso a servicios básicos y la participación ciudadana en el desarrollo de la industria minera.

Económico: La minería es el sector preponderante en la economía de la región, y este eje busca diversificar la economía local, promoviendo la inversión en otras industrias y fortaleciendo la infraestructura económica.

Institucional: Para lograr la implementación efectiva de la estrategia, se aborda la necesidad de fortalecer las instituciones y la gobernanza en la región.

Esta estrategia minera inédita tiene el potencial de convertirse en una herramienta para transformar a la región en un lugar con ciudades sustentables, sostenibles y con una mejor calidad de vida para todos sus habitantes.

Hace un tiempo leí un libro que ofrecía la hipótesis de un retroceso de la civilización. Aquel examen no era una idea apocalíptica, o furiosa, en contra de la sociedad contemporánea. Al contrario, el texto reflexionaba sobre las posibilidades de modificar la política de organización social y económica destacando ciertos paralelismos entre un tiempo de marginación y el carácter de la cultura con su concentración de fuerzas y la proliferación de múltiples visiones de identidad histórica.

La lectura de ese texto me llevó a pensar en una nueva hipótesis haciendo una similitud con la época del barroco: ese tiempo enmarañado intentando llenar todo el espacio; abigarrado en lo social, con múltiples poblaciones de miserables, sustituyendo lo absoluto por lo relativo, y con un clima complejo en la representación de las instituciones. Pero, esa idea del barroco, ahora, ¿podría ser una certeza o una adivinación? No lo sabemos todavía. Con tanto cúmulo de información, tecnología y con fuertes atributos del poder en el sistema podríamos decir que hemos iniciado una nueva edad barroca en nuestra sociedad.

Qué decir del contraste entre esa época con los enormes lujos de las cortes y la pobreza en la mayor parte de las sociedades europeas y latinoamericanas. Si sintetizáramos el periodo actual la correspondencia se observa en que vivimos un tiempo en que la concentración de las riquezas va en aumento pues los ricos hacen crecer su fortuna en 2700 millones de dólares por día mientras las comunidades de trabajadores no salen de la pobreza, sobreviviendo prestados y endeudados, observando cómo la inflación engulle sus salarios.

La ley del más rico, actualmente, equivale a la ley de los monarcas de los años del 1600: mientras las personas comunes y simples, hoy, hacen enormes sacrificios con lo esencial, los multimillonarios han superado la realidad de sus propios sueños de ambición. Al declinar las fuerzas de las ideas únicas todo lo absoluto, ahora, como en el barroco, ha dado paso a lo relativo porque importa el orden de la percepción, la emocionalidad o la búsqueda de sensaciones por sobre los gustos formales, tradicionales o estructurados. Buscar en nuestra existencia efectos completos es no comprender este tiempo que, a mi juicio, es sentir la aparición de un nuevo tiempo: un periodo de barroquismo inquieto, estremecido, incompleto y, hasta, pesimista. Será por esa razón que las personas, en general, se sienten desengañadas y ante la primera voluntad que no concurre para sus existencias, aquellas dan como respuesta la promoción de cierre y de no aceptación.

Sin embargo, si nos metiéramos en un análisis exhaustivo de los patrones culturales del barroco y de este nuevo barroco, señalaríamos, a mi juicio que, en ambos periodos, el disfraz de las ideas, la careta ideológica, es una dirección estructurada, aunque se haga ver de que existen múltiples diferencias en el panorama social, cultural, político o económico. Por esa razón fue el arte del barroco quien expresó de mejor forma el sentir social y el pulso de su época; así también nos mostró las formas de pensamiento con sus exagerados detalles y sus exuberancias formales de su tiempo. Pero, actualmente, esa tarea particular, la del arte, es un factor pendiente porque no da continuidad al ingenio verbal o visual de la sociedad; o bien, no se revelan, con claridad, los objetos de creación y las angustias de este barroquismo ciudadano asumiendo las posibilidades de que la ruptura del consenso, o del mar en calma, multiplican la atmósfera de las propias historias personales en los territorios que se van modificando día a día.