En educación existe desde hace años el concepto de desesperanza aprendida. La falta de esperanza en algunas personas, esa sensación de que nada cambiará o que todo seguirá igual es algo que se aprende inconscientemente. Son esas miradas de desaprobación, los retos que resaltan los errores o la ausencia de arengas motivadoras, en definitiva, el descrédito constante. Todo eso, hace que una persona crezca creyendo que independiente del esfuerzo que realice, las cosas nunca cambiarán y por lo tanto, no tiene ningún sentido tratar siquiera de modificarlas.
A veces siento que esto tiene que ver con esa mirada masculina de constante inamovilidad. La verdad griega , aquella que sienta las bases de occidente, la Theoria, es la verdad que construyeron hombres, es solo cosa de recordar que en la democracia ateniense sólo los hombres y hombres adinerados eran ciudadanos. Quizás por eso la verdad griega es universal, absoluta, inamovible, disfrazada de lo natural, de lo impuesto. En esa uniformidad históricamente se ha definido el mundo en el que vivimos, así se siente que se está en control. El problema estriba en que esa concepción no permite la modificación de lo impuesto. Si la verdad es de una manera ¿cómo podemos transformarla?
Si a alguien le enseñamos desde pequeño que independiente de sus acciones, siempre fracasará, ¿cómo va atreverse a cambiar?
Algo de esto nos ocurre en nuestra región. La mayoría de los discursos que estamos acostumbrados a escuchar son fatalistas. Parece ser que es sencillo entrar en la arena política y tratar de encauzar la sensación de malestar, de maltrato histórico, la sensación de abandono por parte del centralismo. Sin embargo, ese discurso, que si bien es compartido, es insuficiente para encontrar soluciones.
Se hace necesario renovar nuestra mirada, definir estrategias que nos permitan avanzar definiendo una ruta que sea consensuada y nos haga sentido a quienes vivimos en la región. Cuando uno busca en la literatura filosófica es posible encontrar esa nueva "verdad". Una verdad que no busca conocer para manipular, sino una verdad que busca comprender para transformar. Es la verdad, una verdad que yo llamo femenina.
Cuando miramos lo que ha sido la historia de la mujer, su impulso ha permitido profundas transformaciones, un ejemplo muy concreto es lo que ocurre en nuestra industria minera, en la que su aporte ha sido fundamental. Hoy vemos con "cierta" naturalidad, que ellas estén presentes y sean parte de la industria, pero no ha sido un transitar sencillo. Fue toda una odisea: recuerden que una mujer no podía entrar a una mina pues traía mala suerte. Aún así, ellas se empoderaron y llegaron a lugares en donde no estaban las condiciones para que las mujeres trabajaran, sin embargo eso no las detuvo, si no que, transformaron la realidad. Hoy en día son un actor relevante, tan relevante que hasta una ministra de minería tenemos y a nadie le sorprende. Mi reconocimiento en estas líneas a la recién creada Asociación Gremial de Empresarias en Minería y Energía, esperamos aprender de sus experiencias. Hoy es hora de avanzar en entender que no hay una sola verdad, ni un solo camino para transformar la realidad, debemos vivir una verdad distinta, una verdad que inspire y de esperanzas.
Esta nueva forma de enfrentar los cambios, es lo que nos permitió desarrollar una nueva forma de entender la minería; acordar entre la industria, las comunidades, la academia y el sector público, una estrategia que ponga en valor el bienestar de quienes habitamos la región. Ese acuerdo ya fue posible, lo concretamos la semana que está terminando y nos permite generar un impulso renovado para seguir y definir caminos que no sean impuestos, sino que acordados, conversados y en los que todos y todas podamos aportar desde nuestra visión y experiencia, teniendo a las personas en el centro. ¿Qué se viene ahora?, establecer la gobernanza para el cumplimiento de los compromisos y diseñar en conjunto, con la participación más amplia posible, la nueva estrategia regional de desarrollo. Se puede. Los cambios son posibles.
Estrategia Minera Regional: entre tod@s
Mejorar estándares de vida y las posibilidades de crecimiento y desarrollo para nuestra población regional, es el corazón de nuestro propósito y la misión que día a día llevamos a cabo desde Antofagasta. Y no solo es para nuestra nuestra región: lo que desarrollamos desde nuestro valioso territorio tiene una importancia clave para el conjunto del país y el mundo.
En ese contexto, articular las mejores posibilidades productivas y de creación de valor social depende de los acuerdos que podamos establecer entre toda la diversidad de actores que nos constituimos en la región y, sin lugar a duda, nuestra minería y todo su ecosistema asociado tienen y seguirán teniendo un rol clave.
En esta primera semana de octubre, entre todas y todos, fuimos protagonistas de una tremenda noticia en este ámbito: el lanzamiento de la Estrategia Minera para el Bienestar de la Región de Antofagasta 2023-2050 (EMRA). Impulsada con apoyo de la OCDE, este instrumento de planificación y gestión cuenta con una serie de medidas que apuntan a integrar actores y apostar por una minería en un sentido holístico, que beneficie integralmente a nuestra región, de manera sustentable y sostenible en el tiempo.
Subirnos al carro de la cuarta revolución industrial y de las oportunidades de la demanda mundial de minerales críticos, en un periodo de transición energética, es altamente necesario y no lo podemos desaprovechar.
De todas formas, el acuerdo no es solo una firma entre comunidades, entidades gubernamentales, academia y la industria; el compromiso tenemos que llevarlo a cabo con responsabilidad, con los pies bien puestos en la tierra. Esto, de hecho, tiene lugar en momentos con bastantes desafíos para la industria minera nacional: mientras la producción se mantiene estancada, las ganancias decrecen y ven pocos nuevos proyectos significativos en el horizonte.
No debemos olvidar que el Banco Mundial proyectó que la economía chilena caerá 0,4% este año. Por eso, debemos destrabar las dificultades de una permisología paralizante que actualmente no permite la debida fluidez de proyectos mineros, así como cuidar las relaciones laborales y con nuestras comunidades.
Atendiendo a estos desafíos y urgencias, tenemos que aprovechar todo lo que hemos avanzado y construido en la Región de Antofagasta para llevar a cabo la EMRA. Instituciones como la Corporación Clúster Minero Región de la Región de Antofagasta, que fue construida en un trabajo público, privado, académico, y gremial y, que articula a las autoridades regionales y comunales, universidades, gremios de la región, es base sólida en lo que deberemos apoyarnos para seguir adelante, entre tod@s, bajo el liderazgo del gobernador regional.