A principios del presente mes asistimos en la explanada de las Ruinas de Huanchaca al lanzamiento de los resultados del Caso de Estudio en el contexto del Programa de Regiones y Ciudades Mineras de la OECD y a la firma de los acuerdos transversales alcanzados en el marco de la Estrategia Minera para el Bienestar de la Región de Antofagasta (EMRA) 2023-2050. En la oportunidad, autoridades y representantes públicos y privados, de las comunidades, de las universidades y de la sociedad civil comprometimos nuestro apoyo a esta propuesta destinada a potenciar el territorio.
Además de la amplia convocatoria alcanzada, hay que resaltar el hecho de que estamos hablando de una iniciativa inédita a nivel nacional y que logra generar una estrategia minera que pone el bienestar como elemento central, lo cual debería llenarnos de alegría y orgullo.
En este sentido, recuerdo cuando en la Cena de la Minería de agosto de 2022 el Gobernador Regional nos invitó a algo que parece muy sencillo, pero que en la sociedad actual no es muy común: nos invitó a conversar. Resulta que para conversar hay que conocer y reconocer al otro, hay que validarlo, valorarlo. En los espacios de conversación generados desde entonces hemos encontrado cuáles son las convergencias y también las divergencias. Sin embargo, este proceso de conversación ha permitido ir generando confianzas entre los distintos actores, lo que nos lleva a plantear una relación distinta para ir construyendo en conjunto una mirada que conjugue perspectivas de corto, mediano y largo plazo. Algo fundamental para una estrategia regional que pone en el centro el bienestar de las comunidades y, con ello, el sueño de ser una mejor región.
Para avanzar en este camino debemos actuar bajo un paradigma distinto, un paradigma de colaboración, de complementariedad y con una visión sistémica de la región que recoja los múltiples ámbitos de los distintos territorios.
Pero, sobre todo, tenemos que incrementar la generosidad. Una generosidad que asuma que la principal prioridad son los habitantes del territorio. Ahí es donde tenemos que cuidar los egos individuales, los colectivos y los organizacionales, porque aquí no importa quién "sale en la foto", sino que debemos priorizar el bienestar de la población en su conjunto.
Lo relevante es el trabajo colaborativo, lo que requiere una articulación previa adecuada entre los distintos actores regionales públicos y privados para la implementación y seguimiento de la EMRA, esto es, de la gobernanza de la estrategia. Para monitorear, evaluar y hacer los ajustes que sean necesarios.
El protagonismo no es el foco, el bienestar lo es. Todos somos importantes y si uno no está, perdemos todos.