La posibilidad de ver jugar a los dos clubes profesionales de la región en la serie de honor del fútbol profesional (ANFP) se mantuvo viva hasta el primer tiempo del partido protagonizado por Deportes Iquique y Deportes Antofagasta, en el Tierra de Campeones. A esas alturas los visitantes perdían por la cuenta mínima, pero se habían creado opciones de gol que hacían pensar en que el resultado se podría revertir.

Lamentablemente no hubo reacción y en el complemento los Pumas vieron ver vencida su valla en dos ocasiones consecutivas, y con ello la ilusión del ascenso termino de esfumarse.

Todo bien nacido en la región apostaba a la importancia que el CDA se sumara a Cobreloa (campeón) en el regreso a la serie A.

Esos buenos deseos se desvanecieron y hoy el CDA deberá prepararse a vivir una nueva temporada en antigua segunda división, la que cada vez está más difícil de sortear. No se puede soslayar que Cobreloa estuvo 8 años (9 temporadas) tratando de ascender.

En este momento las hinchadas de ambos clubes viven realidades distintas. Por un lado festejos y por el otro desazón y frustración por no conseguir el objetivo trazado.

Lo que viene para el 2024 será otro desafío. Cobreloa tomará su regreso a la serie A con la misma convicción que antes del descenso; y que no era otra que pelear el título. Son otras circunstancias en las que algunos apuestan a que lo primero es evitar el descenso y ello se entendería en cualquier club, menos en Cobreloa por historia y por el exitismo de su hinchada.

Antofagasta no tiene otra opción que conformar un buen equipo para el retorno. Tiene una base que si la sabe aprovechar y logra los refuerzos que decida su cuerpo técnico, contará con los suficientes elementos para estar en la disputa por subir a la máxima división.

Los recientes Juegos Panamericanos y Parapanamericanos lograron reunir tanto a participantes de diversas nacionalidades como a una gran masa de chilenos y extranjeros que residen en nuestro país. Tuvo el carácter de una entretenida fiesta, en la que la pasión, la garra, el foco y una buena cuota de disciplina lograron que 130 medallas se quedaran en casa.

Nelson Mandela, ex presidente de Sudáfrica, capaz de trascender su historia marcada por 27 años de cárcel, se enfocó en buscar la unión de un país dividido por el apartheid, aprovechando, entre otras cosas, el Mundial de Rugby como una plataforma para impulsar su noble propósito.

A semanas de nuestro plebiscito para votar por un proyecto constitucional, que tenía por objetivo unirnos y mirar un Chile del futuro, la realidad es otra.

Más allá de la opción que cada persona elija el próximo 17 de diciembre, sin duda, la sensación es amarga y un proceso legítimo, que podría haber culminado en una fiesta de encuentro, está muy lejos de terminar así. Más allá del resultado, lo cierto es que el país y la sociedad están fracturados y los extremos exacerbados. Lo más claro es que, gane quien gane, será por una mínima diferencia, lo que significa que seguimos en bandos divididos y en la lógica de derecha e izquierda.

¿Qué necesitamos en Chile para ser capaces de trascender nuestras creencias profundamente arraigadas y hacer algo distinto para lograr el gran propósito?

La neurociencia del comportamiento nos muestra que el 95% de nuestros actos son inconscientes y que el 90% de nuestros pensamientos son los mismos del día anterior. Con estos datos, es claro que nuestras creencias, pensamientos y decisiones responden al pasado, incluso sin darnos cuenta. Si realmente queremos un país unido con visión compartida de futuro, donde todos tengan oportunidades, necesitamos elevar nuestra conciencia.

Esto, que a vista de muchos puede sonar a esoterismo, es ciencia pura y aplicada. La pregunta clave es: ¿estarán nuestros políticos dispuestos a trabajar en su conciencia personal para trascender sus creencias e historias? Y, más importante aún, ¿lo estaremos cada uno de nosotros?

Si no trabajamos en nosotros mismos y en nuestra conciencia para cambiar lo que hacemos y cómo abordamos los desafíos del país, esta historia se repetirá una y otra vez. Nos falta trabajo personal en función de un propósito que nos trascienda a todos. No es romanticismo, ¡es ciencia!