Redacción

A través de un posteo en su cuenta de Facebook, el actor nacional y popular animador infantil Roberto Nicolini relató su experiencia hospitalizado tras sufrir un accidente cerebrovascular (ACV) el pasado 7 de enero.

El ex conductor de espacios televisivos históricos, como "Pipiripao", se encuentra en la Unidad de Tratamientos Intensivos de un centro médico de Valparaíso y aprovechó las redes sociales para agradecer el apoyo y las muestras de cariño, así como para contar lo que ha sido su recuperación.

A través de un extenso mensaje, Nicolini aseguró estar "muy agradecido de quienes oran y siguen orando. Me emociona, conmueve y sana. Gracias por amar al prójimo y cómo no agradecer que le toque a uno justo cuando lo urgente se hace tan cuesta arriba como esta situación nada fácil. Gracias a esas oraciones pudo y puede ser difícil pero no imposible".

Sobre cómo se dio cuenta que estaba sufriendo un ACV, el animador contó que "todo empezó cuando estaba hablando por celular y sentí que no me salían las palabras iniciadas con la letra F. De ahí sentí un ojo mas arriba que el otro (una pintura de Picasso una alpargata al lado de esa cara ajena taimada con vida propia que no se deja mandar ) y el labio en una posición como boca de muñeco de ventrílocuo con tornillo suelto de un lado fue una sola cosa".

Asimismo, y dando cuenta de su permanente buen humor, reveló que antes de irse a urgencias tuvo tiempo de dejarle la comida servida a su gata y un cheque en blanco "para que mi mujer o hijos giren las pocas lucas del banco y hagan chupete la línea de crédito con seguro de desgravamen antes de avisar oficialmente en caso de muerte".

Rehabilitación

Por otro lado, Nicolini relató también su estadía en el hospital, asegurando que todo el equipo médico ha estado "muy atento, pendiente y aplicado".

De igual forma, contó que estaba sufriendo muchos dolores, que fue sometido a múltiples exámenes, pero que no tuvo que ser intervenido quirúrgicamente.

"Estuvieron dos veces a punto de operarme y de repente la última prueba, toma de algo o examen decía que no", detalló en el texto.

Además, Nicolini dijo que su familia que estuvo presente en todo el proceso, le quitaron el "acceso a redes sociales y me dieron WhatsApp para hablar con mis preciosos hijos y mis hermanos y una tía que me quiere y yo a ella".

Tras dejar la UCI y recalar en la UTI, el actor comenzó su período de rehabilitación. Sobre su actual estado de salud, afirmó que "mi pierna y brazo ya casi están y queda el lado derecho de la cara y ver como hacemos menos porfiada y tóxica la glicemia que es como amor de boleros".

"De conciencia estoy muy bien, equilibrio movilidad ídem y lo menos queda lo menos", agregó.

Sin embargo, contó que su diabetes no está controlada. "Hincha, porque no quiere que la rehabilitación le quite protagonismo. Hizo una pataleta que ahora me tiene con insulina lenta, rápida y chip con cánula permanente en el brazo", contó.

Nicolini también sabe que tiene "un camino largo de rehabilitación". Pero aseguró que este ya empezó, que pronto estará asistiendo a sesiones con profesionales de diferentes ámbitos de la salud, como kinesiólogo, fonoaudiólogo, y también realizará prácticas de acupuntura. Su objetivo es volver a los escenarios pronto.

Instintivamente la esgrimí, tiré la goma y apreté la horcaja. Apunté al cielo y me quedé en esa posición, buscando un blanco que batir. Se agolparon enseguida los recuerdos.

Volví a oír el grito que -cuando niños- nos ponía en alerta… ¡Guerrillaaaa!... Era la señal para el "combate a peñascazo limpio", entre los menores de un barrio, que dirimían supremacía con otros, de la calle vecina. Recuerdo nuestras guerrillas con los de calle Huanchaca. El campo de Marte estaba en la calle Valdivia. Llovían piedras, unos esquivaban y otros lanzaban sus proyectiles. Era encomiable la fuerza y la puntería de algunos, a quienes llamábamos "zainos".

Generalmente, las "pichangas" con pelotas de trapo, terminaban en guerrilla. Era la forma de concretar el "tercer tiempo", de vengar una derrota o de confirmar una victoria. Muchas fueron las veces en que los "zainos" de uno u otro bando "programaban" las guerrillas, cuyos resultados se medían en cantidad de cabezas rotas, vidrios quebrados o el retiro (por correteo) de uno de los grupos.

Masivas eran las guerrillas con los niños del "picadero" que había en la actual calle Rendic, donde estaba la caballeriza del Grupo de Instrucción. Entonces era la 7ª Comisaría. Ellos eran muchos y buenos para la piedra. Nosotros -los de calle Porras- éramos menos, pero teníamos buenas hondas y usábamos piedras de playa, fáciles de lanzar. Muchas veces, los carabineros, que entonces tocaban un pito de alarma, nos amenazaban con llevarnos presos y nos correteaban con sus cabalgaduras. De allí no pasaba. Igual quedaba la arrancadera de "valientes".

Tengo la añosa honda en mis manos. Instintivamente, me palpo la cabeza: cuatro cicatrices me recuerdan las guerrillas de aquellos lejanos tiempos.

Jaime N. Alvarado García. Profesor Normalista-Periodista-Escritor

Linterna de Papel

Revisando cachureos, bártulos y uno que otro apero, me topé de golpe y porrazo con un jirón de mi infancia: una honda. Hecha de madera de algarrobo y armada con goma roja, de una cámara de moto. Su horcaja, confeccionada con la "lengua" de un zapato viejo, tenía aún la oquedad donde se alojaban las piedras.