El Teatro Pedro de la Barra
Francisco Javier Villegas , Escritor y profesor
El teatro puede ser de dos clases, según veamos su arte por deber ético- estético o bien, para mero deleite y edificación. De ahí que el gran poeta Federico García Lorca escribiera, a propósito de lo que significa hacer teatro, que un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto está moribundo, como el teatro que no recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juegos o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama "matar el tiempo".
Nada, entonces, más encomiable que saber que la restauración del Teatro Pedro de la Barra, de la Compañía de Teatro de la Universidad de Antofagasta, ubicado en pleno centro de la ciudad, ha comenzado a brindar sus preliminares técnicos para quedar consolidado como el nuevo teatro Pedro de la Barra, en el año 2025, con 184 butacas, para su sala teatral, salas de apoyo para control, vestuario, diseño, producción de escenografía, bodega, entre otros espacios, en una superficie de 779,33 metros cuadrados, donde el latido o el pulso será ocuparse de un lugar patrimonial que es, a la vez, memoria e historia de la ciudad. Un lugar que enriquecerá el desarrollo de las artes y brindará diversas oportunidades para aquellos que trabajan el amasijo teatral con ahínco y empuje y con ritual resplandor para cada puesta en escena. Es lo que nos recuerda Raúl Rocco, emblemático actor del norte, y actual director de la compañía, cuando expresa que "el valor esencial de quienes hacemos teatro es tener la inquietud motivadora por las artes con cierto carácter de sacrificio, también, para provocar reflexión y calor humano en lo que hacemos".
La posibilidad de aumentar el caudal cultural, en el nuevo espacio teatral de la ciudad, significa ocupar una zona de nuestras vidas para afinar nuestro pensamiento y nuestro propio bienestar a partir de la memoria del gran Pedro de la Barra quien, con sabia perspectiva abrió un camino de valentía artística y genialidad creativa, en el norte del país, que todavía perdura a través de sus discípulos y continuadores de su obra como son Teresa Ramos y Ángel Lattus y todos los actores y actrices que han recibido su influjo en todos estos años. Alguien escribió, a propósito de maestros y discípulos, que no se conoce mejor ejercicio de inteligencia y de reconocimiento que proporcionar placer y continuidad, en la obra enseñada, y tanto valor al quehacer que descubriendo y revelando ese conocimiento y enseñanza en otras personas.
Hay, entonces, un indescriptible encanto y anhelo en la noticia y un particular sabor en la imagen que se ha presentado respecto de cómo se afanará en la construcción y edificación del nuevo edificio en los próximos 24 meses. La personalidad de la ciudad será otra con este espacio teatral puesto que nos ayudará a desenmascarar no solo las verdades artísticas aparentes de los dramaturgos; sino, que, también, nos expondrá a descubrir nuestra propia naturaleza humana tan falta de humildad, muchas veces, y tan deseosa de perseverar e imaginar otros mundos y escenarios. El arte citadino antofagastino será mejor si nos nutrimos de ese espacio y será, además, un método educativo, para estudiantes de las artes, en general, para la asiduidad en cultivar la inteligente atención por la secreta sensibilidad por el pasado, y la memoria reflexiva, a través del trabajo artístico de diversos grupos de actores y actrices, que merecen, todos, una labor profesional remunerada, llevando consigo su propio despertar, el ambiente y la energía, como un estado del alma que mira su presente y su sentir.