El Festival de Viña del Mar es un espectáculo que nos ha acompañado desde que tenemos memoria televisiva en nuestro país, es parte de la historia personal de todos y todas las chilenas y chilenos, y aunque siempre existen seguidores y detractores del certamen, inevitablemente los recuerdos del festival se unen a recuerdos de nuestras familias, abuelos, etc.

Por ello es tan importante que este escenario se abra a espectáculos de la categoría de lo que vimos con Andrea Bocelli la noche del lunes 26 de febrero, mis felicitaciones y eternos agradecimientos a quien tomó la decisión de contactar y traerlo al festival.

La Presentación del tenor Italiano, derriba varios mitos a propósito del famoso rating (marcó el peak de sintonía en 41,2 puntos) del interés del público presente en la Quinta Vergara, quienes escucharon atenta y respetuosamente al tenor, emocionándose hasta las lágrimas en algunos casos y siendo ovacionado por varios minutos, incluso después de haber terminado su repertorio Pero por sobre cualquier argumento, marca una pauta importante sobre la siempre presente interrogante: "¿Qué es lo que efectivamente quiere ver el público en televisión abierta?".

Hay que decir que el espectáculo del tenor, mantiene un formato inteligente para un programa televisivo, partiendo con Arias de ópera conocidas y tarareables, para ir pasando por zarzuelas, musicales e ir llegando a temas más populares sin perder la elegancia ni la calidad, ni siquiera al incluir a su hijo como parte del programa, muy por el contrario, este le incorpora elementos frescos y de calidad al espectáculo en general.

Cuando una presentación como la de Andrea Bocelli se exhibe sobre un escenario de música popular y triunfa con la calidad y solidez como el que pudimos presenciar los millones de chilenos frente al televisor, nos invita a reflexionar sobre las decisiones que se toman a la hora de elegir la programación en TV.

Esto no quiere decir en modo alguno, que no traigamos más Reggaetón o música pop al festival, pero… ¡Que ganas de ver más espectáculos como el de Andrea Bocelli en televisión! y si es en el escenario de música popular más importante del país, mejor aún.

Mención especial para los ciento catorce artistas chilenos que acompañaron a Andrea Bocelli en el escenario, 74 instrumentistas y 40 coristas, entre los que se encontraban los músicos antofagastinos Gustavo Pastene en percusión y Diego Amengual en el coro, ambos ex alumnos del Liceo Experimental Artístico, institución recientemente premiada con justos méritos, con el Ancla de Oro 2024.

Cinco estrellas para la organización del festival, excelente servicio.

De forma casi paradójica, en estas mismas páginas, el lunes se advertía de la lentitud en la implementación de las medidas que permitieran un mejor control en la circulación de transporte pesado en el sector de acceso a la ciudad por avenida Salvador Allende. Las denuncias de usuarios y vecinos se multiplicaban y advertían un relajo en la fiscalización comprometida en ocasión del último accidente fatal el 4 de octubre pasado.

Como respuesta a esa interrogante, desde la Dirección General de Concesiones del MOP indicaron que se encuentra en revisión el borrador de resolución que contrataría el "Estudio y evaluación de alternativas de habilitación del punto de control de vehículos pesado, ruta 26". A la espera de esa revisión y de una tramitación administrativa indeterminada, la noche del lunes ocurrió un nuevo accidente, que involucró cuatro vehículos, daños estructurales a dos viviendas, cinco heridos, uno de ellos en riesgo vital en el Hospital Regional.

Luego de casi 15 años de habilitación de la autopista hacia Calama, el saldo de fallecidos en el sector asciende a 10 personas. Los daños materiales son cuantiosos y la sensación de indefensión en los habitantes del sector se parece mucho al abandono.

Las medidas adoptadas por los representantes del Estado si bien han avanzado en la restricción de la bajada de vehículos mayores por la avenida, resultan del todo insuficientes porque mientras eso sucede, la molestia, rabia e impotencia con que la ciudadanía observa toda la tragedia genera profunda desafección con las autoridades de turno.

Y eso, quizás es el peor efecto de lo que sucede en avenida Salvador Allende. Aquella parsimonia, justificada o no, en aplicar una solución eficiente por parte del Estado a un problema grave y de larga data en la ciudad, no hace más que profundizar la brecha entre habitantes que deben resolver su cotidianidad ante las reiteradas explicaciones de quienes están llamados a protegerlas.