Una de las esperanzas de los gobernadores y gobernadoras regionales estaba depositada en el compromiso del Presidente Gabriel Boric de avanzar en la descentralización del poder, eliminar la figura de los delegados y entregar mayores competencias a quienes dirigen los gobiernos subnacionales por decisión de los electores. A dos años de la asunción del Gobierno el avance en esa materia ha sido nulo, ni el fin de los delegados ni mayores competencias, postergaciones que no hacen honor a las promesas de campaña.

Esta es una de las críticas más sentidas provenientes de las regiones y que dilapida los afanes de autodeterminación en temas presupuestarios y en otros tan importantes como la seguridad. Un compromiso olvidado tras dos años en el gobierno.

Es justo reconocer que se ingreso un proyecto al Congreso el que aún no se discute a cabalidad, pero como lo han manifestado los mismos gobernadores no responde a las expectativas y no se trataría más que un cambio cosmético o de nombre, porque las competencias se mantendrían en los en el futuro llamados jefes o jefas de Gobierno.

Mientras que en las competencias tampoco se avanzó. No se puede negar que los casos de tratos directos con fundaciones tuvieron su repercusión y debilitaron la figura de los gobernadores, pese a que los casos graves son de menor impacto y cuantía que otros afines, la discrecionalidad para la ejecución presupuestaria se vio en tela de juicio.

De este modo el análisis al Gobierno en el tema de descentralización queda al debe y se pierde toda concordancia con lo propuesto en campaña, en lo relativo a dar mayor autonomía y poder a las regiones. Salir con menos poder con el que ingresó, no pasó de ser una linda frase y quienes esperan una verdadera descentralización siguen esperando que se comprenda que las regiones se pueden manejar de modo autónomo.

Hoy, 13 de marzo de 2024, el Papa Francisco cumple 11 años como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo, hecho que es celebrado en todo el mundo con mucho entusiasmo. En Santiago de Chile hacemos lo mismo, rezando por él y divulgando su rico magisterio.

Creo que el Papa debiese ser más escuchado y leído. Sus enseñanzas nos pueden ayudar a salir de la grave crisis espiritual que estamos viviendo y que deriva en una profunda crisis social y política.

El Papa nos habla de misericordia, en medio de tanta dureza en el modo de tratarnos. Nos habla de compartir los bienes que poseemos con los más necesitados en medio de tanta avaricia y gusto desordenado por lo superfluo. Nos habla de ser humildes en medio de tanta arrogancia y soberbia. Nos habla de servir a los demás en medio de tantas voces que se alzan en busca de espacios de poder.

El Papa nos invita a tener más profundidad espiritual y capacidad de discernimiento en medio de tanta mundanidad, incluso entre los creyentes.

El Papa nos quiere conducir a que Jesús sea el centro de nuestras vidas y el Evangelio nuestra carta de navegación en la vida personal, familiar, social y económica.

Chile atraviesa un momento en que se discuten temas tan relevantes como lo es realizar una reforma tributaria o pensar un nuevo sistema de pensiones. Chile atraviesa una crisis de seguridad sin precedentes que nos tiene en vilo y atemorizados.

El Papa invita a quienes están en ese debate a ampliar la mirada, a mirar con los ojos de los más pobres. Creo que en Chile nos falta mirar más allá de nuestras propias fronteras y comprendernos como comunidad. El todo es más que las partes, suele decir el Papa constantemente. Tal vez eso ayude a aceptarnos como un pueblo, como una comunidad, como un grupo de ciudadanos que aspiramos al bien común más que al bien personal.

Pensar el mundo que le dejaremos a las futuras generaciones es una pregunta que Francisco hizo desde el primer momento que asumió como Pontífice. Esa pregunta hemos de responderla cada uno de nosotros con valentía, a la luz de las enseñanzas del Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo.

La fraternidad universal es su gran anhelo; el cuidado de la casa común es su gran proyecto, porque por el mal uso de unos pocos lo único que se logra es empobrecer a los más pobres; una Iglesia pobre para los pobres es su gran sueño, pasando de una cultura eclesiástica y vertical a una cultura eclesial y horizontal donde caminar juntos sea la norma.

Para ello el Papa nos insta a rezar sin cesar, como las primeras comunidades y a compartir lo que tenemos con el más necesitado. Hacer el Evangelio vida en el diario vivir, es el camino trazado por el Papa para la Iglesia, sin aspavientos, sino que con sencillez, de corazón y con gran humildad.

La invitación es que nosotros también lo hagamos, mirando críticamente nuestros gestos, nuestras palabras, nuestros actos.

El Papa llama a cada uno de nosotros a asumir el compromiso de una sociedad más justa y mejor y no andar "balconeando", es decir, asomarse al balcón a mirar, criticar y no hacer nada. Para ello hay un solo camino, conocer, creer, seguir e imitar a Jesucristo.

¡Los invito fraternalmente!