Retórica política: retorno a lo esencial
La política vuelve a tomarse la agenda. No precisamente por alcanzar acuerdos y conciliar intereses que persigan el bien común, sino por la seguidilla de hechos que han sido noticia para la opinión pública. Conceptos como "travestismo político", usado por José Antonio Kast para referirse a los cambios de conducta del presidente Gabriel Boric, hasta la denuncia de un grupo de parlamentarios de Chile Vamos contra el gobierno por la campaña "Mejores pensiones para Chile", publicidad lanzada por redes sociales, esgrimiendo que infringe gravemente la normativa. Todo esto en un ambiente revuelto, escenario siempre perfecto para críticas preelectorales.
Si analizamos cómo se da el intercambio de opiniones, nos damos cuenta de que la retórica clásica está más vigente que nunca. No sólo porque necesitamos hacer un correcto uso del lenguaje para expresar las ideas de forma clara y coherente, sino porque aquellos espacios que en la Antigua Grecia se restringían a las ágoras hoy están siendo reemplazados por el uso de plataformas y la persuasión causada por la publicidad existente en los medios.
Hoy, todos somos generadores de contenido y aquellos que crean un perfil en las redes sociales se han dado cuenta que no sólo el qué importa, sino que el cómo es aún más relevante. Nuestro lugar en el mundo parece depender de nuestro lugar en la red.
Cada uno trata de persuadir con sus argumentos. Sin embargo, volvemos a la retórica de antaño, donde el orador no sólo se preocupa del discurso y de cómo expresar las ideas, sino que utiliza elementos como la imagen, los juegos, el sonido y los videos para alcanzar la mayor cantidad de likes posibles o que sus posts sean compartidos. El principal desafío que enfrentan quienes están dispuestos a jugar en política es generar una reacción de la masa multitudinaria y multimedial.
La oferta de elementos digitales supera nuestra imaginación. La retórica actual, más que ser una materia sobre la capacidad de convencer al receptor con el uso de la palabra, permite analizar la eficacia persuasiva de un argumento en tiempo real, elaborando una estrategia comunicacional que responda a las necesidades del público, muchas veces confusas. El renacimiento de este tipo de oratoria da cuenta de que no importa si entregamos argumentos sólidos y racionales a la audiencia para convencer, sino que es válido todo aquello que apele a la incondicional y mal entendida emoción.
La palabra seguirá siendo el medio de expresión por excelencia. El lenguaje que usamos entrega información esencial sobre quiénes somos y cómo construimos nuestra percepción de la realidad. Es indiscutible que el discurso en las llamadas ágoras contemporáneas en su doble mirada -el de la propia plataforma y el de los usuarios/seguidores- es retórico; en el fondo, se mantiene lo esencial.
*Centro de Estudios de la Comunicación (ECU) Universidad de los Andes