De acuerdo con datos oficiales, Antofagasta experimenta un crecimiento alarmante en el número de campamentos, que albergan el 75% de los asentamientos informales de la región.

Esta situación afecta gravemente a la seguridad urbana y subraya la necesidad de un enfoque integral. Como lo precisan expertos, no se puede tratar la problemática de los campamentos de forma aislada; el asunto debe ser abordado desde una planificación que contemple la seguridad, la calidad de vida y la integración social.

Esto implica una discusión en serio respecto de sectores que podrían asentarse (cumpliendo el rol de transición de cualquier familia que aspira a una vivienda, porque cualquier otro mecanismo sería lesivo para quienes no se saltan las reglas) y otros que deben erradicarse con urgencia por el peligro que tienen, porque los problemas no se limitan a la falta de infraestructura básica. Las conexiones eléctricas irregulares, las cocinas improvisadas y la falta de planificación de vías de acceso son también factores que convierten cualquier accidente en una posible tragedia.

La crisis habitacional en Antofagasta, Calama, Tocopilla, San Pedro de Atacama, exacerbada por el aumento de los costos de vida y la falta de vivienda accesible, nos obliga a repensar cómo y para quiénes están diseñadas nuestras ciudades.

Es cierto que ninguna sociedad estaba preparada para un proceso inmigratorio como el padecido durante estos años y décadas, sin embargo, ya es hora de dejar el aturdimiento y comenzar a actuar.

La posibilidad real de que un mal día tengamos una tragedia aún peor, por causas de la naturaleza o el hombre, es cada vez más cercana y nadie se hará responsable de la desidia con la que se ha actuado por demasiado tiempo.

A propósito de la reciente entrega del Premio Nobel de Economía, se ha reavivado una discusión sobre las causas de la prosperidad y el subdesarrollo, que ha puesto en evidencia el papel fundamental que desempeñan las instituciones en el destino de los países. Teóricos como Daron Acemoglu y James Robinson, en su influyente obra "¿Por qué fracasan los países?" , destacan que las instituciones inclusivas-basadas en la democracia, el equilibrio de poderes y la participación ciudadana-fomentan el crecimiento económico y el bienestar social. Por el contrario, las instituciones extractivas, que se sustentan en el paternalismo, el verticalismo y limitan las libertades individuales, tienden a perpetuar en el tiempo la desigualdad y frenar el desarrollo.

Esta perspectiva es especialmente relevante para la región de Antofagasta. A pesar de ser una zona rica en recursos naturales y contribuir significativamente al PIB nacional, la prosperidad no se refleja de manera equitativa en la calidad de vida de sus habitantes. Problemas no resueltos como la inseguridad, la proliferación de campamentos, la inmigración desregulada, las deficiencias en salud y educación, y el escaso desarrollo de sus ciudades son indicadores de que el bienestar sigue siendo esquivo.

La raíz de esta situación podría encontrarse en la persistencia en el tiempo de estructuras institucionales de corte colonial, como el centralismo, que limitan la autonomía y la capacidad de respuestas eficientes a las necesidades locales. Este centralismo actúa como una institución extractiva de mala calidad, donde las decisiones y recursos se concentran en la capital, dejando a las regiones en una posición de dependencia y vulnerabilidad.

Entonces, ¿dónde está la solución? Es imperativo transitar hacia instituciones más inclusivas a nivel territorial. Esto implica una verdadera descentralización desde lo local , que otorgue a las regiones un mayor control sobre sus recursos y decisiones. Al empoderar a las comunidades y fomentar la participación ciudadana, se promueve un equilibrio de poder que permite abordar de manera más efectiva los desafíos específicos del progreso y el bienestar que afectan a la región.

Además, es crucial fortalecer las instituciones democráticas a nivel regional. La transparencia, la rendición de cuentas y la equidad en la distribución de los recursos son pilares fundamentales para construir un entorno donde la prosperidad y las oportunidades puedan florecer. Solo a través de instituciones inclusivas se podrá transformar la riqueza potencial de Antofagasta en bienestar real para sus habitantes.

En resumen, la clave para superar los obstáculos que enfrenta Antofagasta y sus comunas reside en replantear las instituciones regionales y locales. Es hora de dejar atrás las estructuras arcaicas que cada vez resuelven muy poco, y avanzar hacia un sistema que refleje verdaderamente las necesidades y aspiraciones de los habitantes del territorio.

Este texto es solo un intento prospectivo que tiene como objetivo entregar elementos a considerar ante las decisiones que se nos aproximan. En un par de lustros más las inversiones más significativas se habrán concretado en aeropuerto, estaciones de trenes, terminales de buses, y carreteras concesionadas. Serán las grandes inversiones de la región en el ámbito de la infraestructura. Allí se habrán volcado los mayores esfuerzos.

En los ámbitos de salud, educación, cultura se habrán construido camarines se habrán ampliado algunas bibliotecas, salas para rayos X, y se mejoraron dos salas de espectáculos con capacidad para 200 espectadores dotadas, además, de iluminación y audio para optimizar presentaciones.

En el ámbito de seguridad el aeropuerto, el terminal de buses y la estación del tren fueron equipadas con los mayores adelantos en el ámbito de la tecnología virtual, reconocimiento visual, análisis genéticos en breves segundos y una dotación especial de guardias. Esto en una combinación publico privada donde el estado aporto todo el equipamiento y los privados el conocimiento teórico para el uso de esta infraestructura.

Esta lógica en la inversión regional se correspondió perfectamente con la definición estratégica de la región que, de capital minera, como era llamada años atrás, pasó a ser el enclave extractivo más importante del país sumado a esto, la capacidad de generar energía y agua potable para el resto del territorio nos transformaron en un lugar para trabajar en toda su potencia y así todos los problemas anteriores por hacer ciudad desaparecieron de una plumada.

Con una población flotante de un 70% nuestro tema fundamental pasó a ser el transporte, tanto de los trabajadores trasmutados como los minerales que exportamos en gran cuantía.

Desde la cuarta región hacia el sur venían trabajadores a las faenas extractivas y desde la cuarta al sur el personal de las mineras que trabajaba en Santiago. Capital, esta sí, que se había transformado en el centro neurálgico operacional de faenas que estaban a 1.500 kilómetros de distancia, en un alarde tecnológico destacado en el mundo por nuestra capacidad de operar a distancia ahora incluyendo hasta la faena más básica.

Felizmente Santiago fue capaz de absorber la demanda que esto significo y se construyeron dos hospitales y 6 liceos para atender estos transmutados y las familias que ahora si querían estar junto a los trabajadores. La capital sí podía dar lo que Antofagasta como región, tan lejos y tan seca, no podía dar y que obligaba a los trabajadores a un celibato por turnos que los tenía francamente aburridos.

Antofagasta, ahora, trataba de encontrar algún camino a seguir que le diera algún mínimo direccionamiento pues la condición de punto de tránsito y estación de transbordo no parecía ser muy alentadora.