"Ese vínculo de cariño, de amistad sincera, es algo que yo he visto en los descendientes de pampinos"
La vida del ingeniero comercial Exequiel Ramírez Tapia, actual rector de las instituciones Santo Tomás Antofagasta, estuvo desde siempre ligada a las salitreras y a la pampa. Hoy recuerda con nostalgia, pero también con agrado, algunas de las vivencias que lo marcaron y quedaron para siempre grabadas en su memoria.
¿Qué lo vincula a la pampa calichera?
-Bueno, yo nací en María Elena y toda mi familia es de allá. Mi padre, Exequiel Ramírez Martínez, trabajaba en la bodega de Soquimich, como jefe de la casa de fuerza y mi madre, Eliana Tapia Montaña, en la pulpería de la salitrera como cajera.
Estuve hasta los cinco años en María Elena viviendo en Aconcagua N° 2021 y, por situaciones relacionadas con la salud de mi padre, tuvimos que movernos a Antofagasta. Primero nos trasladamos nosotros, mi hermana, mis padres. Y luego, la familia de mi madre: mi abuela con todos mis tíos a iniciar una vida en Antofagasta.
Mis recuerdos de muy pequeño están vinculados con los bailes religiosos, que ensayaban de noche muy cerca de la casa. Tengo recuerdos muy latentes de las morenadas y las diabladas. De las matracas que usaban y que en algunos momentos tuve en las manos también.
La fotografía de pequeños es junto a mi hermana en Fiestas Patrias, ella con un vestido rojo y cinturón blanco, yo con una camisa de Raphael. Fue la última fiesta antes de enfermarse el papá y trasladarnos a Antofagasta.
¿Cuál es su mejor recuerdo de su paso por el desierto?
-Me acuerdo que comencé a reconocer y a reencontrarme con María Elena en un verano de adolescente en donde fui a visitar a mis primos. Pensé que me iba a aburrir todo el verano, pero ahora creo que fue el mejor verano que he pasado. Recuerdo haberme bajado del bus, mis primos estaban jugando en el estadio un campeonato. Y me acuerdo que desde ese momento y hasta que terminó el verano, todos los días fueron de deporte, de competencia y de actividades, que también se vinculaban con otras oficinas. Para ello había mucha disponibilidad de recintos para practicar deporte.
Recuerdo las canchas de tenis, las de baby fútbol, las de futbolito, la piscina. Y también recuerdo los clubes sociales que estaban abiertos para que la gente pudiera ir y compartir.
En definitiva, lo que caracterizó mi estadía en la pampa fue una adolescencia de mucha tranquilidad y libertad.
¿Qué personajes recuerda de la pampa?
-Los mejores recuerdos de María Elena, y de la pampa en particular, fueron vínculos de amistad. Con la mejor amiga de mi madre 'tía Coca', fueron muy unidas, a tal punto que yo la considero mi tía y a sus hijos, mis primos. Ese vínculo de cariño, de amor, de amistad sincera es algo que yo he visto en los descendientes de los pampinos y pampinas. Fue muy grato reencontrarme ahora en la actividad organizada por la Corporación Cultural Vivencias de la Pampa en el marco de la Semana del Salitre 2024 y empezarles a contar quienes eran mis padres, y que ellos los conocieran y también a mi tía Coca. Había muchos recuerdos. Y en general, en Antofagasta, vive mucha gente que viene de la pampa. Hay algunos sectores bien focalizados como en algún momento fue la Villa Frei. Y ese amor y ese vínculo creo que se daba gracias a las condiciones propias que se vivían allá.
¿Cuáles enseñanzas dejaron la pampa y su gente?
-El tema de la amistad sincera. La relación de mi tía Coca con mi madre es un ejemplo de ello, que aún se mantiene. Bueno mi madre falleció y está descansando ahora, pero mi tía sigue presente, seguimos compartiendo vínculos de cariño.
Y, por otro lado, el esfuerzo. En general, la gente de la pampa son personas de mucho esfuerzo. Resaltan y destacan por eso. Sobre todo las personas mayores, son gente muy esforzada, que hicieron de un lugar árido un espacio amable.
Y ese lugar lo construyeron con mucho trabajo y con mucho cariño por las personas que cohabitaban en las salitreras. Era un lugar donde todos se conocían, se ayudaban mutuamente, se festejaban las fechas importantes con grandes mesas en las calles. Las puertas traseras, conocidas como las cocinas, eran el foco de traviesas aventuras y los techos eran terrenos nuevos para jugar. Un lugar muy cuidado por sus habitantes en esa época en la que se engalanaban las calles y se plantaban árboles para cortar la aridez del paisaje.
Tengo recuerdos de la pulpería y, tiempo después, me encontré con un artista que tenía una pintura en acrílico de la pulpería y un hombre con su hijo en los hombros. Ésa es una pintura que tengo en mi casa que me recuerda siempre mis raíces y mi paso por la pampa.
Exequiel Ramírez Tapia: