Súper fome
"El festival se sumó al resto del país en su misión de mantenernos aburridos, demostrando que, en Chile, podemos aguantar muchas cosas, pero a un "comediante" fome jamás". Osvaldo Villalobos, Analista político
La actualidad nacional nos regala titulares tan repetitivos que podrían curar el insomnio. Desde apagones masivos hasta el suspenso de un desalojo que nunca sucede, y la constante baja ejecución presupuestaria en la Región de Antofagasta, todo parece una repetición de problemas ya bien conocidos que apenas logran mantenernos despiertos. Estos temas, han llevado al público a un estado de bostezo colectivo, demostrando que incluso las crisis pueden volverse monótonas cuando se repiten suficiente.
Empecemos con el apagón masivo. El martes 25 de febrero, Chile quedó a oscuras durante diez horas, afectando al 90% del país, desde Arica hasta la Región de Los Lagos. Más de 5 millones de hogares sin electricidad, caos vial por la falta de semáforos y un Metro de Santiago paralizado. La causa: una desconexión en una línea de transmisión de 500 kV en el Norte Chico, operada por ISA Interchile, que generó una reacción en cadena. El ministro de Energía, Diego Pardow, afirmó que se trató de un evento "extraordinario" mientras los ciudadanos se preguntaban si "extraordinario" era una nueva forma de decir "falla evitable". El gobierno no dudó en aplicar el estado de excepción y toque de queda, desplegando a las fuerzas del orden para "garantizar la seguridad", extraño dado que incluso a la luz del día la percepción de inseguridad se mantiene. Al final, más que miedo a la oscuridad, quedó claro el temor al desorden.
Si la energía falló en el país, en nuestra región el liderazgo de Ricardo Díaz exhibe pocas luces. La región logró ejecutar apenas el 89% de su presupuesto en 2024, cifra por debajo del promedio nacional. Las causas son tan variadas como aburridas por lo repetitivas que son. Lo sorprendente es que en diciembre se gastó casi el 40% del presupuesto total. Incluso en diciembre de 2024 se ejecutó más dinero que en diciembre de 2023. Ni soñar con una ejecución perfecta como en las regiones Metropolitana y Valparaíso. Un bostezo.
Si de lentitud e indolencia se trata, el caso de la megatoma del Cerro Centinela en San Antonio se lleva la gaviota de oro. El desalojo anunciado para el 27 de febrero finalmente no se concretó gracias a la intervención del gobierno y el misterioso cambio que tuvieron miles de personas que pasaron de la extrema pobreza a ser sujetos de crédito y con capacidad de constituir cooperativas. Es como si la historia se repitiera eternamente. No hay desenlace, solo una extensión del drama habitacional en Chile. Fue contradictorio ver cómo el gobierno hizo todo lo posible para no cumplir la sentencia judicial. Si bien es comprensible que un desalojo nunca será grato, no es menos cierto que el precedente sentado dará para muchas interpretaciones sobre el rol del estado y la actuación de un gobierno en estos casos. Siguiendo la lógica, cualquier toma solo debe esperar ser lo suficientemente grande para asegurar su continuidad. Terriblemente fome por los que están en la fila.
En teoría, mover 3,4 billones de pesos para financiar seguridad, salud y vivienda suena prometedor. Sin embargo, la ejecución del plan dejó más dudas que certezas. Los hospitales quedaron sin dinero, las tijeras de la DIPRES acechan por todas partes y nadie sabe de dónde saldrá más dinero para el nuevo ministerio que se debe implementar. El huracán Dorothy acecha a Mario y Javiera mientras ellos buscan el paraguas de la legalidad sin comprender que por más legal que sea el traspaso, la señal de parchar gasto corriente con plata que viene de un recurso finito (que lleva meses a la baja) asustó hasta al más devoto del gobierno. Mientras tanto, CORFO, que debería ser un motor de desarrollo, queda sujeta al mal cálculo de Javiera y Mario en vez de financiar desarrollo y proyectos para el futuro.
Y en medio de este sopor noticioso, llegó el Festival de Viña del Mar, ese oasis de entretenimiento que prometía al menos una chispa de emoción. Pero no, ni eso. George Harris, el comediante venezolano, subió al escenario y en minutos logró lo imposible: que un público acostumbrado a pifias legendarias se aburriera con su relato más que con el apagón. Al final, el festival se sumó al resto del país en su misión de mantenernos aburridos, demostrando que, en Chile, podemos aguantar muchas cosas, pero a un "comediante" fome jamás, y es que aún tenemos valores.